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Ensueño.

La noche se esfumo como un suspiro, de nuevo, aunque Marissa quería quedarse sumergida en sueños y recuerdos, cuando los rayos del sol le acariciaron la cara, supo que sería imposible. La joven estiro las manos, deshaciéndose del molesto entumecimiento que le recorría los músculos, extrañamente, mientras sus dedos se deslizaban sobre las sábanas, noto que hacía falto algo.

Algo pequeño.

¿Dónde estaba Max?

—¿Max? —un escalofrió le recorrió la piel, el miedo se instauró rápido ya que ahora conocía el camino a su corazón. Se sintió como una pesadilla hasta que la puerta de la habitación se abrió y Max apareció abrazado al cuello de Elizabeth.

—Buenos días dormilona, temíamos que no despertaras nunca ¿verdad pequeño? —Max asintió sonriendo.

—Buenos días —Marissa se preguntó entonces si los ángeles dormían, tenían habitaciones, pero se preguntaba si además de prescindir de la necesidad de comer, podían dejar de dormir sin resentirlo. Eso explicaría porque siempre se levantaban incluso antes de que ella pudiera estar consiente de que no estaba en sus sueños.

—Andando, no hay mucho tiempo, debemos alistar todo y luego habrá que arreglarnos para la celebración, hace mucho que no tenemos el privilegio de las visitas, tanto de arriba como de la tierra —Elizabeth sonreía, Max se libero de sus brazos y corrió hasta Marissa para sentarse a su lado.

—Nunca he ido a un baile — admitió Marissa.

—¿Jamás? —Elizabeth no parecía creerle.

—No como este, quiero decir, hay fiestas en la escuela, pero imagino que este no será el caso ¿verdad? —Elizabeth negó con la cabeza frunciendo el ceño.

—Debo decir que la evolución del ser humano a lo largo de tanto tiempo ha hecho que la elegancia se vuelva una cuestión de vanidad, es divertido, no voy a negarlo, la actualidad les ha dado energía y fuerza a las fiestas, pero antes, oh antes las celebraciones se llenaban de magia, vestidos tejidos como obras de arte, flores y elegancia en cada rincón.

—¿Vestidos? —las cosas no podían ser más irreales que eso. Marissa se sumergió en los recuerdos de libros que hablaban de bailes llenos de luz, caballeros y damas que lucían como flores delicadas, cada época tenía sus pros y sus contras, pero definitivamente la época de los palacios y las coronas podía presumir de sus maravillosos bailes.

Elizabeth estuvo a punto de agregar algo cuando dos toques sobre la puerta entreabierta atrajeron su atención.

—¿Quién es? —inquirió Max alzando la cabeza. Alexander asomó la cabeza y sonrió al verlas.

—Buenos días, solo vine a decirles que Abby solicita su presencia abajo, esta hecha un manojo de nervios así que, por favor, no se demoren —ambas chicas asintieron y se pusieron en marcha para bajar al comedor con Alexander y Max. Al llegar un hermoso banquete les dio la bienvenida, perfectamente acomodado en la mesa central, con frutas frescas sobre arbustos brillantes que daban la impresión de que, al tomarlas, eran cortadas directamente del árbol del que provenían, bebidas coloridas lucían hermosas botellas de cristal, había tanta comida que Marissa no podía creer que hubiera esa cantidad en un lugar así, donde se suponía, los ángeles no comen.

—Pasteles —Max señalo con su pequeño dedo, la montaña de dulces que se encontraba al centro, pequeños pastelillos de chocolate con cerezas en la base, pasteles de limón, fresas y queso se movían sobre la mesa flotando. Por un momento, Marissa recordó los banquetes del Harry Potter donde la comida parecía danzar sobre las cabezas de los estudiantes.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora