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Siempre.

Cameron tomo a Marissa de la mano y la guió a la puerta que se abría ante ellos majestuosa, salieron hacia un bosque oscuro, el bosque que hace miles de años había nacido para ocultar el palacio del Eden de las miradas curiosas de aquellos que por error lograban entrar al hogar de los ángeles, antes, cuando la gente creía lo suficiente. Se dispusieron a caminar a través de un estrecho sendero rodeado por las siluetas de gruesos troncos, que pertenecían a los enormes arboles que llenaban el lugar de vida, Marissa pudo sentir el suave césped debajo de sus pies, hundiéndose con cada paso; siguieron unos cuantos metros hasta llegar a una roca lisa con un circulo dibujado en el centro. Cameron se acercó y coloco su anillo en el círculo, el contacto provoco que la roca se convirtiera en una delgada capa de agua.

—Vamos— apremió Cameron empujando suavemente a la chica con una mano en la espalda. Marissa pudo comparar la sensación de atravesar aquella cortina con todo lo que sintió cuando se subió por primera vez a una montaña rusa, primero su cuerpo floto, el estómago se le encogió y luego, se volvió tan pesado que lo único que pudo hacer fue caer.

Sus pies tocaron suelo firme y duro,  levanto la vista y vio con desconcierto la sala donde ahora se encontraban.

—¿Dónde estamos?— pregunto ella tratando de liberarse de la sensación de caer que aún le seguía haciendo cosquillas en la piel.

—Ya lo verás— le respondió Daniel que abrió la puerta frente a ellos, permitiendo que todos salieran apresurados.  Marissa reconoció el lugar cuando observó las pinturas que adornaban las paredes.

—¿Qué hacemos en la iglesia del Temple?— Cameron la miro.

—Las diferentes puertas para entrar al Jardín del Edén están en las iglesias, suelo sagrado, donde los demonios no pueden entrar, solo tienes que tener una gema celestial o mencionar el nombre de un ángel solicitando permiso para entrar. Hace mucho tiempo algunos humanos tenía el privilegio de entrar cuando quisieran, formábamos un equipo en contra de la oscuridad, hasta que los que más creían murieron y con el tiempo, la fe se perdió muy en el fondo de las generaciones— explicó Cam. Salieron de la iglesia y caminaron por la calle llena de lluvia hacia un auto rojo que Marissa no había visto nunca, Cam no tenía auto, ni Aaron.

Nadie hablo en el camino y aunque Marissa tenía muchas preguntas, prefirió no hacerla por ahora. El paisaje lluvioso y amargo le permitió acallar su caos interno lo suficiente como para no colapsar en medio de los chicos. El auto se detuvo frente al departamento de Cameron donde bajaron Aarón y Daniel, ambos se despidieron de Marissa con una sonrisa y un ademán de despedida.

Una vez solos, cuando Cameron comenzó a conducir,  Marissa se sintió libre de preguntar

—¿Por qué no me dijiste lo que eras?— tenía derecho a saber, estaba segura de que algo como eso no puede ocultarse después de lo que estaba comenzando a nacer entre ellos.

—Tenía miedo de no poder acercarme a ti si lo sabias— la mirada de Cam estaba perdida en el camino. Marissa quiso gritarle que la mirará, que le explicará, que hiciera algo para arreglarlo.

—¿Miedo?  eres un ángel, ni siquiera...ni siquiera sé porqué quisiste acercarte a mi desde un principio si eres un ángel. Pero tienes razón me hubiera alejado de ti si hubiera sabido— dijo ella provocando que Cam la mirara con sorpresa en sus ojos. Ella odiaba los problemas, toda su vida los había evitado y ahora sin desearlo se había metido en uno de dimensiones colosales.

—¿Tanto importa mi naturaleza?—pregunto Cameron con tristeza en su expresión.

— Abby me dijo que lo nuestro es un problema, me puedes decir ¿por qué?— Cam bajo la mirada al escuchar esa pregunta y aparco el coche junto a  Hyde Park.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora