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Caer.

Bajo sus pies, la hierba suave se convirtió en césped amarillento, los arbustos abastecidos de flores se retorcieron y las flores se convirtieron en afiladas espinas, los árboles perdieron su follaje y crujieron bajo el toque de una fuerza invisible que los deformó. El bosque se marchito, gimiendo  adolorido por una enfermedad que estaba matándolo.

—¿Qué esta pasándole? —la suave brisa, el aliento del Jardín del Edén que Marissa recordaba cambio por un calor abrasador. Jamás había visto aquel lugar como a un ser viviente, pero ahora, mientras lo veía agonizar, la chica se dio cuenta de que todo el tiempo el bosque había estado vivo.

—Enferma, la plaga se extiende, es cómo si el Jardín tuviera fiebre —Alexander nunca había imaginado que algo como eso pasaría, el Jardín del Edén estaba diseñado para ahuyentar la podredumbre de los demonios, pero ahora, dicha mancha estaba acabándolo y el lugar, ante la novedad de algo que creía imposible, no sabía cómo defenderse.

—Pero, la última vez no sucedió esto —Marissa recordaba al demonio que la había seguido hasta ahí, su presencia no había desencadenado tanto caos.

—Demonios como estos eran conocidos épocas atrás como "los colonizadores", se multiplican hasta que son capaces de arrasar con territorios enteros, se alimentan de la vitalidad de la tierra, de la pureza del aire, en otras circunstancias, contar un querubín era suficiente para eliminarlos pues a pesar de su capacidad destructora, su instinto era lo único que guiaba sus movimientos, ahora, cómo pudiste ver, algo los ha hecho más inteligentes, razonan rápido —al escuchar a Alexander, la imágenes de la aparición del demonio se aclararon en la mente de Marissa, detenidas en momentos específicos, los demonios agazapados midiendo los movimientos de Joshua, demonios veloces al evitar ser tocados por las manos de Abel, demonios capaces de anticipar movimientos.

Inteligentes. 

—Debe haber más de los que hemos visto —Marissa también lo creía. Alexander gruño, iba justo delante de ella tomando su mano y cargando a Max sobre su regazo; el pequeño se aferro a Alexander colocando sus manos alrededor del cuello del chico y rodeo su torso con las ligeras y minúsculas piernas que tenía.

Llevaban corriendo relativamente poco, Marissa calculó que faltaba una cantidad considerable de distancia para llegar al portal que los sacaría de ahí.

—Escucha con atención Marissa, una vez fuera, necesito que busques refugio, aléjate lo más que puedas del punto de partida.

—Pero, Giselle me necesita.

Alexander se detuvo y cuando la miró, Marissa sabía que negarse no era una opción.

—Lo sé, pero no puedo permitir que los demonios tengan acceso a ti, lo más probable es que el ataque a tu amiga sea una trampa para atraerte, yo me encargaré de ir a buscarla, pero no puedes venir conmigo.

—De acuerdo —Marissa notaba el peso de sus palabras aplastándole el pecho, no toleraba la idea de permanecer escondida mientras Giselle estaba en peligro, pero estaba consciente de que Alexander tenía razón.

—Bien — Alexander suspiró aliviado.

—Pero promete que me buscaras cuanto antes —las palabras de Marissa se diluyeron conforme la oración iba tomando forma en su mente, por un segundo, su vista se nublo y su equilibrio se vio afectado provocando un tambaleo que casi la derriba.

Recuerdos Ocultos |En Edición|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora