Capítulo 41

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Cap. 41 *Narra Rocío*

Otra lágrima sale sin permiso de mis ya húmedos ojos. Mi mano sigue acariciando con mucha delicadeza la suya por entre los cables.

Sigo sin poder creerme que el destino le haya deparado algo tan horrible.

Le quiero. Sí, ya se lo he dicho, aunque quizás no lo haya oído. Me gustaría alejarme de él, me gustaría dejar de sufrir de una vez, y que a los dos nos vaya bien la vida, sin que el destino haga de las suyas.

¿Y si me ha escuchado?, ¿y si él sí que me quiere? Ojala fuese así, pero, ¿y si no lo es?

Tengo tantas ganas de aclarar mis estúpidas dudas de una vez, de hacer algo sin miedo arrepentirme más tarde...

Pero, algo dentro de mí me reprocha que le quiera. ¿Acaso no tengo ya bastantes heridas en el corazón? No quiero volver a pasar por nada de eso.

Otro lado de mí, me dice: ¿de qué sirve esta vida sin amor? Si no arriesgas no ganarás nunca.

Es difícil despedirse de él, pero seguro que ya he pasado bastante tiempo con él y debería de salir ya.

Es complicado irse de su lado, así que a modo más que de despedida, de "nos vemos pronto" le beso en la coronilla. Es más bien algo necesario nacido desde lo más profundo de mi ser.

De pronto, el ruido de fondo se oye más discontinuo. ¿Qué pasa ahora? Mi corazón se acelera.

Mi mano no ha dejado de acariciar la de él, ni lo pienso dejar de hacer.

Siento como si él también sujetara mi mano.

¿Está despertando? No me lo puedo creer. Noto como intenta abrir los ojos con mucho esfuerzo.

Le entiendo, recuerdo cuando era yo la que estaba en una cama así, e intentaba abrir los ojos al escuchar las voces a mi alrededor. ¿Él también lo habrá escuchado todo?

-Pablo, soy yo. Pablo, te he echado de menos. Pablo, tienes que despertar, te necesito. Te quiero -consigo decirle antes de que entre una enfermera.

Él todavía no ha abierto los ojos, pero juraría que sí que esto lo ha escuchado.

La enfermera me dice que me vaya de la habitación. Aunque me niego a soltarle la mano, acabo abandonando la habitación, aún sin haber podido ver sus ojos castaños.

Su familia me espera con ansías ganas de saber el porqué ha entrado una enfermera. Me agrada ser yo quien les dé esta noticia.

Esbozo una media sonrisa en la cara de extrañeza y pensativa que se me ha quedado y lo suelto:

-Está despertando.

Helena abraza fuertemente a Salvador con lágrimas en sus ojos. Y Casilda se lanza hacia mí a darme otro gran abrazo.

Finalmente, otras lágrimas se escapan de mis ojos. Creo que en estos días he llorado más que en toda mi vida. ¿Tanto tiene que meterse dentro de mí que hasta hace que sea capaz de expresar mis sentimientos? Es algo que nunca me ha gustado hacer, y mucho menos en público.

Es por ello por lo que me da miedo estar cerca de él, y arriesgarme tanto. Tengo la certeza de que mirándole a los ojos, sería capaz hasta de firmar mi sentencia a muerte. Y es que él me hace eso, hace que no sea dueña de mis actos, hace que muchas veces no sepa controlarme. Nunca había conocido a alguien así, y por ello es por lo que digo que me da miedo no ser dueña de mis actos.

Pero por otro lado, está lo mismo de siempre, una vez cerca de él, nadie quiere separarse. Y esto es todo lo que tiene el señorito Moreno de Alborán, que te enamora sin que te des cuenta, hasta que ya es demasiado tarde.

Un beso, un te quiero y una canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora