Cap. 36. *Narra Rocío*
No puedo evitar llorar. Él ha vuelto y me reconforta, ha vuelto sin tener que hacerlo, ha vuelto porque él quería, ha vuelto por mí. Me gustaría ser capaz de dejar esta faceta llorica que me ha salido últimamente y ser capaz de recibirlo con un gran abrazo sin mojar su camisa, como él se merece.
Poco a poco nos separamos y puedo mirarle a sus ojos. No creo que me haya fijado antes, pero me encantan. Son marrones, pero son especiales. Están llenos de brillo. Los míos creo que dejaron de brillar hace tiempo.
-¿Qué te pasa, mi niña?
Su voz. Casi la había olvidado. Tan cálida y tranquilizadora como siempre. Quizás todo lo que necesitaba eran unas palabras cálidas y bonitas de su dulce voz.
-Todo -le respondo, sincera.
-Anda, no digas eso. ¿Paso y me cuentas? -y pone su carita tan aniñada, hasta me enternece. Me doy cuenta de que todavía sigue en la puerta y le doy paso al salón de la casa, él ya se lo conoce.
Llego junto a él y no lo puedo evitar, le vuelvo a abrazar aspirando su olor. Un "te he echado mucho de menos" se escapa de mi boca, menos mal que no ha sido el "te he necesitado todo este tiempo" que también ronda mi mente. A esto, él me contesta con un "y yo también". Me cuesta creer que lo haya dicho por algo más que por compromiso. Él no tiene nada que echar de menos en mí.
Le cuento lo mío, con muchas pausas, demasiados silencios. Pero él me comprende, duele recordar. Es la primera vez que hablo de esto con alguien que no sea de mi familia.
Cuando acabo, él me abraza. Es un simple gesto pero no sé cómo, reconforta. Siempre he odiado que se compadezcan de mí, pero ahora es diferente. Quizás porque no es por pena, sino por intentar ayudarme. De todas formas, me hago esta auto-pregunta que hasta ahora, nunca me la había planteado: ¿he cambiado?
-Vale, ¡tengo una idea! -salta él de repente a mitad de nuestro abrazo.
-Te escucho.
No tengo ni idea de por dónde va a salir.
-¿Te acuerdas que me prometiste que vendrías a visitar Málaga?
Vale, ya sé por dónde va. Pero no, no me puedo ir a Málaga ahora. Es demasiado... no sé, demasiado precipitado, la Navidad se acerca, yo trabajo... y ya no se me ocurren muchas más excusas.
-¡Vente a Málaga conmigo!
-No, Pablo. ¿Estás loco? ¡No puedo!
-¿Por qué no? -a veces parece un niño pequeño más que un hombre de veintiséis años.
-Pues porque no. No sé, no puedo. ¡El trabajo! Por ejemplo -le respondo tratando de encontrar una buena escusa.
-Te puedes pedir una semana de vacaciones. ¡Vamos! Si lo estás deseando. Vente porfiiis -y me hace un puchero como un niño pequeño. Pero, ¿cómo le voy a negar nada con esa carita?
-Está bien. Pero sólo dos días.
-No. Dos días es muy poco. Me niego a enseñarte Málaga en tan poco tiempo -se cruza de brazos y se echa hacia detrás. -¿Qué mínimo que una semana?
-Pues entonces no voy.
-Ah, no. Ya has dicho que vienes, ahora no te puedes echar atrás. Te vienes una semana.
Estúpido. No sé cómo lo consigue pero acabamos riéndonos hasta que al fin acepto.
-Está bien. Una semana.
![](https://img.wattpad.com/cover/34425294-288-k251058.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Un beso, un te quiero y una canción.
Fiksi PenggemarÉl, un artista con antiguas heridas en el corazón. Pero, una vez pasados esos malos recuerdos, ¿porqué no volverse a enamorar al volver a sentir esas mariposas en el estómago? ¿El problema? Enamorado de ella... Ella, una chica normal y corriente cen...