Epílogo

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Epílogo.

"La eternidad". Un término que implica más que algo infinito; un infinito se puede cortar, pero algo eterno es así para siempre. Ellos ya eran para siempre. Quizás no iban a estar eternamente juntos, quizás no durarían ni un infinito juntos porque habían demasiadas diferencias pero, siempre iban a ser eternos. Su amor sería eterno, jamás se olvidarían, eso estaba claro. Esta era una historia "eterna".

Les hubiera gustado quedarse todo lo que quedaba de día fundiendo sus labios, abrazados, sintiéndose el uno al otro, compartiendo ese amor que había brotado de una forma en la que ninguno de los dos se habría imaginado pero, sin embargo, se separaron al escuchar cómo se cerraba la puerta principal de la casa dejando paso a pequeños gritos de las sobrinas.

Ambos pasaron el resto de la tarde ayudando a organizar la cena. Esa noche, a penas habían más invitados que los habitantes usuales de la casa y un par de tíos. Rocío conocía a algunos de vista de cuando, pocos días atrás, estaban sufriendo en un hospital. Estos, la conocían de lo mismo. Quizás allí no le preguntaron, aunque sí intuían a la feliz pareja. Lo que no sabían es que durante su amarga estancia en el hospital, ni Pablo ni Rocío se imaginaban que llegarían a ser novios, cosa que los demás ya se lo imaginaban.

Fue una tranquila cena familiar; al día siguiente, sería otra cosa, con más gente.

De un momento a otro, Pablo y su hermano Salvador desaparecieron de la mesa. Rocío, comenzó a ponerse algo nerviosa aunque, por suerte, seguía su nueva gran amiga Casilda con ella.

—Bueno, entonces ¿tú eres la nueva novia de Pablo? —preguntó uno de los tíos, el cual rocío trataba de aprenderse el nombre pero no lo conseguía. ¿Pedro?, ¿Antonio?, ¿Francisco?, ¿O empezaba por "m"?, ¿Mario?

Tampoco gustó nada a la chica cómo había sonado ese "nueva". Parecía como si Pablo cambiase de novia más que de pantalones. Y, según lo que conocía al chico, no era así. Por lo menos ella esperaba que no fuese así.

Respondió con un tímido "sí", que fue interrumpido por la llegada a la sala de Salvador y Pablo vestidos de Papa Noel y su ayudante respectivamente.

Los adultos trataban de aguantar la risa mientras que los pequeños se levantaban de la mesa apresuradamente y corrían a los brazos de Papa Noel. Pablo, vestido de elfo, se dedicó a cambiar su tono de voz a uno muchísimo más agudo y preguntarle a la pequeña Elisa qué había pedido por Navidad.

Así, acabaron repartiendo primero los regalos a las más pequeñas de la casa y dejando los de los adultos debajo del árbol a la espera de que "volviesen Salvador y Pablo para abrirlos".

Una vez se habían ido Papa Noel y su ayudante elfo se habían ido, quedaron las pequeñas jugando con sus regalos y gritando de emoción.

Al poco tiempo, regresaron los dos hermanos a la sala, uno con un cajón flamenco y otro con una guitarra también flamenca a cuestas.

—Tito, tito, tito, tito —gritaban las pequeñas mientras corrían hacia Pablo —. Ha venido Papa Noel y su ayudante elfo, que era muy torpe y hablaba muy raro y nos han dejado regalos —todos los de la sala estallaron en risas al escuchar a la pequeña. —Tenéis que abrir vuestros regalos.

Y así hicieron, cada una de las pequeñas iba cogiendo un regalo y nombrando en voz alta el destinatario. Así, hasta que llegó un regalo con el nombre de "Rocío". La muchacha se sorprendió al escuchar su nombre, ¿le habían comprado un regalo?

Al abrirlo, se sorprendió al ver que era un colgante de zafiro con forma de estrella. Luchó por que una lágrima no se deslizara de sus ojos delante de tanta gente. Era algo precioso. Pero ella también tenía un bonito regalo para su estrella, un regalo que no daría delante de todos por riesgo a que sus mejillas tomasen un color más bien asemejado al de una manzana. Era un regalo que, aunque ella no lo supiera, el que ahora era su novio había luchado por conseguir.

Un beso, un te quiero y una canción.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora