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Theo

Quince días atrás no contestó.

Diez días atrás su madre me amenazó.

Cinco días atrás enloquecí.

Cuatro días atrás la busqué.

Tres días atrás no la encontré.

Dos días atrás me embriagué.

Un día atrás las horas se pasaron como años.

Hoy mi vida se pasa entre segundos dolorosos que eternizan la agonía por cada instante que sigo deambulando en los pasillos del instituto y no veo el maldito momento en que se aparezca.

Me paso la mano por el cabello y me pegunto cuándo fue la última vez que me lo corté. Realmente no lo recuerdo.

-Buen día-me saluda el tipo encargado de la limpieza.

Le respondo sólo con un gesto y me muerdo la lengua a la espera de que los pocos alumnos que van llegando sigan con prisa su camino porque limitan mi visión.

Ahí viene. Es ella. Sí, tiene que serlo...

No. No lo es.

Dejo caer el peso de mi espalda sobre un casillero mientras me torturo con la posibilidad de que... quizás, sólo quizás su madre no la dejará terminar la escuela y perderá la beca porque su jodido corazón de piedra es capaz de quitarle cualquier cosa que haya logrado. No la deja crecer. No la deja cometer errores. No le permite hacer su camino.

Es que sabe muy bien cómo son las cosas.

Sabe que no convengo a su hija y eso a mí me vale.

De un momento para otro, el instituto se llena de caras conocidas y evado a todos los que llevan triángulos invertidos o rectos en el brazo. No me interesa nadie, mi conciencia está focalizada en un solo aspecto de la realidad y es en tratar de diferenciar cada maldito rostro que se cruza en mi camino para saber dónde está... oh, mierda...

Hay un chico de rulos peinados hacia atrás con exceso de gomina. Lo reconozco porque de algún modo se vinculó a Jacob, lo cual no me importa demasiado.

El problema es que a su lado viene ella y no me hace ninguna gracia.

Está riendo

Mierda, mierda, mierda, ¡el muy imbécil la está haciendo reír!

«Deja de intentar seducir a mi ángel» pienso con la ira latiendo en mis venas del cuello y tras las orejas.

Me acomodo la chaqueta de cuero sintético y camino con prisa donde ellos.

Voy a paso decidido, sin importarme demasiado los hombros de los imbéciles que me llevo por delante. Que se muevan, maldita sea, que no se metan en mi camino.

Las facciones de Tracy decaen al verme.

Su amigo igual.

Oh, tórtolos, lamento tanto molestarlos pero ángel se va conmigo.

Intento reprimir una sonrisa llena de malicia al imaginar que Tracy no podrá escapar. Suelo tener ese efecto en ella.

Lo extraño acontece cuando ambos desvían la mirada de mí con marcada intención y cambian su camino por un pasillo lateral.

¡Qué demonios...! ¡No! ¡NO! ¡NO! ¡NO! ¡NO!

Presiono los puños y sigo tras ellos. La mandíbula me duele de tanto que la presiono mientras me acerco a los remilgados quienes se han quedado parados contra la puerta del salón de música.

Es exquisito que Tracy ni se percata en lo cerca que estoy y termino por tomarla de sorpresa cuando mi mano se cierra en su brazo debiendo hacer un esfuerzo descomunal para no hacerle daño.

-Ni pienses que vas a ignorarme-le aseguro.

Mi pequeña criatura parece herida, los labios le tiemblan y lentamente va levantando su mirada para encontrarse con la bestia furiosa que no tiene idea en cómo ponerse un freno a sí mismo.

-Theo-mi nombre sale de su remilgada boca y el mundo entero se sacude dentro de mí cabeza al escucharla otra vez.

Al tenerla cerca.

«Demonios.»

Es real... está aquí... Ahora es la parte en que dirá que no ha podido vivir sin mí, que ha extrañado con locura mi presencia, que su madre es una zorra, que nade en el mundo tiene sentido si no estamos juntos.

Su carnoso labio inferior tiembla mientras sus ojos verdes pero oscuros como el azabache se clavan en los míos mientras suelta las palabras más importantes que nadie jamás podría decir...

...y las últimas que me podría esperar:

-Quita tu mano de mí.

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BAD BITCH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora