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Tracy

No vengo a casa de Charlie desde Año Nuevo.

Todavía me recuerdo cruzando la puerta que tengo en frente como si fuese mi casa y precipitándome a los brazos de mi amigo para suplicarle que me meta en su grupo.

Y así olvidar de una vez por todas a Theo.

Algo que el tiempo se ha encargado de facilitarme arrancándolo de mi vida como si la Tierra misma se lo hubiese tragado... y he progresado. Al menos, ya no cuento los días desde que se fue.

Esa escapada enloquecida por mi parte en la víspera de recibir el nuevo ciclo, le valió a mi madre la decisión de devolverme mi móvil e Internet pero dejándome sin algo mucho más valioso para cualquiera, (hasta para el friki más friki de todos los frikis se sentiría terrible): el Baile de Graduación.

Cada vez falta menos y puedo observar en los pasillos, en clases, en la cafetería, en todas partes, cómo las chicas hablan de sus vestidos, los rumores que nos sorprenderán, las apuestas sobre el Rey y la Reina, mientras tanto yo, me siento ajena a todo ello.

Lo peor es que no puedo evitar esa vocecilla en mi cabeza recordándome que me lo he buscado y lo tengo merecido, por mucho rencor que sienta hacia mi madre.

Claro, su inteligente y única hija se ganó una fabulosa beca que acababa de restregar en las narices de mis abuelos. Al instante siguiente su hija, ahora, más loca que una cabra, huyó hasta la casa de al lado como si fuese una desesperada por las fiestas.

La verdad es que no me considero tal.

Regulo constantemente mis actos aunque el destino ponga todo su empeño en complicarme las cosas.

Oh, venga, mucha gente lo tiene más complicado que tú y aún así te metes en problemas.

Tengo derecho a meterme en problemas.

Te pasa por haber sido siempre una mosca muerta. Ahora te intentas rebelar contra todo y todos.

No es así.

Sí lo es.

Muérete.

Gracias.

-Hey.

Alguien mira por la rendija de la puerta, le quita la llave y abre.

Unos ojos verdes como el musgo y la sonrisa más blanca y luminosa que he conocido, me recibe con total apertura.

-Charlie-lo saludo.

-Ven, pasa.

Cuando me meto en la casa, un escalofrío me recorre el cuerpo.

-¿Seguro que estás solo?-le suelto sin evitar algunos... pensamientos.

-Sí, adelante. ¿Prefieres aquí-señala la sala-o en mi habitación?

-Estoy bien.

-En mi cuarto tengo un escritorio grande y el computador para consultar en red nuestras dud...

-No te hagas problema.

-En verdad, podríamos ir y...

-Aquí está bien, gracias.

Se genera un incómodo silencio de inmediato y sus mejillas se sonrojan. Estoy segura de que también debo tener los colores de un tomate.

-Iré por café. Puedes dejar tus cosas sobre el sofá junto a la biblioteca. 

-Gracias.

Me quito la mochila que me cuelga de un hombro y la dejo donde mi amigo señaló anteriormente. Saco mis cuadernos para que podamos empezar a estudiar mientras me invade la incógnita de qué pensaría mamá de saber que he vuelto a la casa del vecino tatuado que me lleva a casa sin que me haya pillado, todavía.

BAD BITCH #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora