4. María Gracia

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*este fin: el fin de semana

*manyar: entender.

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— ¿Vas a ir a la fiesta, no?—me pregunta mi mejor amigo.

—Sabes que sí, oe. ¿A quiénes vas a invitar? —pregunto.

—Mm... a todos de la prom.

Eso quiere decir que incluye al adefesio ese.

—Vas a ir igual, ¿cierto?

— ¿Sabes si va a ir?—pregunto despacio.

—Aun nadie me ha confirmado, pero es una fiesta para la promoción, Maga. Trata de...

— ¿Estar tranquila?—termino por el— Ha pasado sólo un mes, no es tan fácil.

— ¿Quieres que no lo invite?—ofrece.

—No, no, es parte de la promoción lamentablemente, pero está bien sólo trataré de evitarlo —respondo y nos quedamos en silencio.

Estamos en el recreo, sentados en las bancas —o tribuna, como lo llamaba la miss de educación física— y vemos como Luciana y Mariana juegan vóley después de que le haya convencido un buen rato. A Lu no le gusta jugar porque sabe que lo hace mal, entonces prefiere evitarlo, pero al parecer hoy hizo una excepción. A mí me encantaría jugar, pero estoy ayudando a Fernando con la fiesta que hará este fin.

— ¿Vas a invitar al chico nuevo?—pregunto curiosa después de un rato.

—Claro, parece buena gente. Además es parte de la promoción, ¿no? — sonrío.

—Aun no me entra en la cabeza que tengas tanto espacio para hacer una fiesta con toda la prom.

—Sabes que mi casa no es pequeña y también sabes que hay personas que no van a poder ir.

—Claro, pero tal vez de esas personas que no van son reemplazadas por personas que se colan, o pueden tener relaciones en tu cuarto. O sea, que asco ¿manyas? —digo disgustada y Fernando me mira con una sonrisa en el rostro— ¿Qué?—pregunto confundida.

—María Gracia Vargas Espinoza, ¿acaso estás intentando convencerme para no hacer la fiesta?

—Por supuesto que no —respondo con sinceridad—. Si con lo que te acabo de decir, decides no hacer la fiesta, ese ya es tu problema —termino de decir con inocencia.

—Sabes que no me importa.

—Jaja sí, al igual que a tus papás —continúo.

—Claro. Y tampoco les importa si rompen algo —dice y me rio.

Aún recuerdo esa vez que fui por primera vez a la casa de Fercho. Era el aniversario de bodas de plata de sus papás y tenían una escultura de hielo pequeña en la mesa de la sala, y yo de pava, estaba pasando y me tropecé golpeando la mesa lo cual causó que la escultura se cayera y se rompiera. Nunca olvidaré el sonido del hielo quebrándose contra el piso.

Al instante que se cayó, Fernando y yo miramos asustados los restos del hielo y cuando sus papás llegaron y nos vieron asustados, pensamos que nos dirán de todo, pero no. Nada, ni un insulto, ni una maldición ni un gesto de molestia. Sólo dijeron: —Limpien eso que se pueden lastimar —nada más. Es sorprendente. Mi mamá me hubiera linchado y luego me hubiera quitado los ovarios, hubiera hecho lo contrario de su mamá. Aún sigo impactada.

— ¿No quieren jugar?—se acerca Mariana a preguntar.

— ¿Por qué? ¿A Luciana se le escapan todas?—bromea Fercho y Mariana suspira frustrada.

Eres solo mía.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora