Eres solo mía.

18. María Gracia

—Estás hermosa —me dice Gabriel a penas salimos de mi casa.

Sonrío—Gracias, tú —lo miro y me muerdo el labio inferior—también te ves bien —digo sin apartar la vista de su torso, que se ve trabajado. Le hubiera dicho que me lleve a Larcomar y de paso íbamos al mar. Rayos, tenía que pensar un poco más. Lleva un polo como verde caca —de verdad, ese es el color— pegado, unos shorts y unas DC.

—Nunca como tú —continúa.

—Florero. Sabes que te ves bien, admítelo.

—Sí, me veo bien. En especial me encanta que me comas con la mirada —dice y siento que me sonrojo pero para disimular, me río— ¿ves? Te sonrojaste.

—Es el calor.

—Ajá...

Cruzamos la pista, a la embajada de EE.UU, para —supongo yo—tomar un micro hasta el jockey. Pero al notar que deja ir varios micros, le pregunto.

— ¿Cómo vamos a ir?

—En taxi.

— ¿Me vas a llevar en taxi al Jockey? Está acá no más, no es tan lejos.

—Yo quiero llevarte en taxi —dice y me da un beso en la mejilla. Dios, este chico me vuelve loca.

—Está bien. Aunque hubiera preferido ir en combi.

— ¿No te puedo tratar como a una reina?

—Sí puedes, pero una reina que va en micro.

—No.

—Sí.

—No.

—Por favor —prácticamente suplico. No quiero que haga gastos inútiles. Gabriel suelta un suspiro frustrado y se resigna.

—Está bien, tú ganas. Pero de regreso si es en taxi —sonrío victoriosa.

—Ok.

Tomamos la primera combi que viene y nos subimos adelante —menos mal que estaba vacía—y me doy cuenta que la canción es la misma que bailamos hace una semana, Gabriel y yo.

— ¿Te acuerdas?—me dice y sonrío.

—Sí.

—No te asombres si una noche entro a tu cuarto y nuevamente te hago mía— comienza a cantarme—bien conoces mis errores, el egoísmo de ser dueño de tu vida, eres mía —se acerca más— mía, mía —me río—no te hagas la loca, eso muy bien ya lo sabías.

Lo miro y es como si fuéramos sólo los dos en la combi. Es lo más cursi que he dicho en todo este tiempo. Odio esa sensación, en serio.

—You know your heart is mine and you'll love me forever —comienza a cantar mientras nos acercamos para besarnos de nuevo...

Y... el cobrador nos interrumpe.

—P'sajes, p'sajes —dice mientras hace el sonido de las monedas—saje adelante, p'saje adelante.

Dios mío.

Gabriel saca una moneda y paga.

—Cóbrate dos al Jockey —dice y lo miro, él me mira y no puedo evitar reírme— ¿qué pasa?

—Nada —digo aun riéndome.

—Dime.

— ¿No te da risa la situación?

— ¿De que estemos a punto de besarnos y el cobrador nos interrumpa?

—Sí —continúo riéndome y él comienza a hacerlo.