Eres solo mía.

6. María Gracia

*Cachete: Mejilla

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La alarma suena. Suena y sigue sonando.

¡No quiero ir al colegio!

Hoy es miércoles y empieza el ajetreado día.

Apago la estúpida alarma de mi celular y me levanto para bañarme. Pongo la música en aleatorio para escuchar mientras me baño y mi humor empeora cuando se escucha Perdóname de Sixto Rein y aquel recuerdo regresa a mi cabeza inmediatamente.

—Escucha esta canción —dijo nervioso— es muy bonita.

—Amor, ¿estás bien? —pregunté por tercera vez.

—Sólo... escúchala —le pone play en su laptop y comienza la canción y es cuando mi sonrisa desaparece.

— ¿Qué has hecho Edward?—pregunté llegando al grano.

—Perdóname —dijo y sentí ganas de llorar— no me controle, tomé mucho... —no escuché lo que seguía diciendo. Todo fue verdad. Todo lo que me decían era verdad y yo de estúpida no les creí.

—Te acostaste con otra —dije y fue como una espina clavada de mi pecho. Una lágrima se derrama por mi mejilla.

—No lo pensé, estaba borracho —justificó arrepentido— amor, perdóname—repite.

—Y piensas que te voy a perdonar —dije y su rostro se tensó. Lágrimas cayeron de sus ojos y los cerró para luego agachar la cabeza— perdimos cinco meses, Edward. Los perdimos porque simplemente no lo pensaste. Eres un idiota, pendejo, hijo de puta, no tienes valores, no sabes cómo cuidar a una mujer imbécil —digo con furia y me levanto de su cama para salir. Él me jala del brazo y me besa. Un beso de despedida, lo sabía. Le correspondí el beso y nos besamos como nunca, porque sabía que sería el último.

— ¡María Gracia!—grita mi madre quitándome de mis pensamientos. Cierro la llave y me envuelvo en la toalla.

— ¡Ya voy madre!—respondo.

Hoy no me demoraré demasiado porque sólo usaré buzo. Termino de cambiarme y abro las cortinas para ver el hermoso sol mientras sale de los cerros.

Saco mi agenda para ver el horario de hoy: Plan lector, biología, cómputo, trigonometría, cristianismo y, finalmente mi favorito, educación física. Cierro mi mochila y salgo a desayunar.

—Buenos días, pa' —digo al verlo sentado en la mesa tomando café negro. Le doy un beso en el cachete.

—Buenos días, hi' —bromea y me río.

— ¿Y mamá?—pregunto y su expresión cambia.

—Salió hace un rato no sé a dónde —responde seco.

No entiendo por qué siguen peleando. O sea, tal vez sí entiendo la posición de mi mamá, pero hace lo que puede y no me quejo de ella.

—Ah ya, ya me voy —respondo finalmente al terminar mi jugo.

— ¿Quieres que las lleve?—ofrece y sonrío.

— Si no te molesta —respondo y me devuelve la sonrisa.

Le mando un mensaje a Luciana para que baje y vayamos al cole.

—Hija —llama mi padre.

— ¿Sí?—respondo y se acerca a hablarme.

—Quiero que me perdones por lo de ayer. Sé que tu mamá y yo estamos peleando mucho últimamente, pero quiero que sepas que no va a cambiar nada entre nosotros. Te prometo que haré todo lo posible para que las peleas paren y ustedes no sufran.