El lugar donde todo empezó.

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Llegue al consultorio del doctor Grayson con tres minutos de anticipo así que su secretaria me dijo que entrara ya que él fue a traer unos papeles.

Y ahí estaba yo, mirando los diplomas y cuadros del doctor, arte abstracto seguramente, la verdad siempre me ha gustado todo tipo de arte era divertido conocer que había en las mentes retorcidas de los artistas bohemios de está época, muchos expresando tristeza, alegría, sus miedos e incluso pequeños detalles de su infancia, me gustaba ver cada detalle.

Y este tenía líneas exactas como si el artista tuviese miedo de que algo saliera mal.

-¿Caytlin?- gire hacia la voz familiar que me llamaba.

Mierda, esto es un problema.

-¿Qué haces aquí?

-Dilan...- lo observe a él y luego recorrí el consultorio con la mirada hasta parar en el cuadro que hace unos segundos observaba.- El cuadro es lindo ¿no?

-¿Estás enferma?- preguntó él levantando una ceja, cerrando la carpeta azul que llevaba en manos.

-¿Qué haces tu aquí?-dije señalando a Dilan con mi dedo.

Era idiota contestar con otra pregunta evadiendo el tema pero no encontraba las palabras adecuadas para responder a su pregunta.

Él sonrió y negó con la cabeza rascándose la frente con su dedo pulgar.- Es el consultorio de mi padre, el doctor Grayson es mi padre.

¡¿Qué?! ¡¿Su padre?!

-¡¿Tú padre?!- el sólo sonrió y asintió.

-Sí Caytlin, mi padre y vengo a traerle estos estudios.- mis ojos se abrieron de par en par y mi rostro fue perdiendo el color.

Esos estudios podrían ser míos y él se enteraria de lo que me pasa. Tal vez, para muchos, el que yo este escondiendo mi enfermedad es una tontería, pero yo vine aquí precisamente para evitar tratos como los que recibiría en casa.

-Pero estos estudios...- La puerta del consultorio se abrió interrumpiendo a Dilan.

Un hombre de unos cuarenta años entró a la habitación, era muy parecido a Dilan, los ojos azules, el cabello negro sólo que con unas cuantas canas, igual era alto a excepción de que no presumía el mismo hermoso físico de su hijo, Dilan si que parecía un Dios griego yo podría perder...

Caytlin, ni se te ocurra terminar lo que ibas a decir estúpida.

Perdón, es que él enserio es lindo, muy lindo.

-Oh Dilan, pensé que no harías lo que te pedí ¿son los estudios que te pedí recogieras?

-Sí.- Dilan extendió el portafolio a su padre y luego me miró.- No sé si sean los que pediste.- ahora miró a su padre quien lo veía con las cejas juntas.- No traen nombre.- suspiré sintiendo un gran alivio y me tire en la silla que estaba frente al escritorio, de sobra esta decir que ambos voltearon a verme como si me creyera la jefa del lugar al sentarme así.

-Hijo ¿podrías salir un momento mientras atiendo a la señorita Steven?- Dilan dudo un momento si salir o no pero al final asintió y me dedico una pequeña sonrisa tímida que no correspondí.- ¿conoces a mi hijo?

-Ahm podría decirse que si.- empecé a jugar con mis dedos como hacía cuando estaba nerviosa.- ¿es amigo de mi madre?- el sonrió y me observó como si estuviera recordando algo.
-Eres idéntica a ella, los mismos rasgos a excepción de los ojos.- sonreí, me lo decían mucho, el color de mis ojos era el de mi padre.

-¿Son amigos muy cercanos?

El doctor asintió y sonrio haciendo que unas arrugas se formarán al costado de sus ojos.- Sí, ella era mi mejor amiga, la madre de Dilan nos presentó, ella era muy amiga de mi esposa y su hermana Marta.

Antes de morirDonde viven las historias. Descúbrelo ahora