6# Bufanda azul

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Adam:

Estoy en el gimnasio entrenándome para una pelea esta noche.

No suelo pelear mucho la verdad. Pero de vez en cuando me viene de gusto y más aún si me cobran por hacerlo.

-Rayo, amigo, ¿qué haces?- dice mi supuesto amigo de la infancia.

-Deberías ir a que te gradúen las lentillas, amigo-le respondo.

-¿Porqué lo dices? Si hace poco que me las gradué- me mira confundido.

-Pues entonces tendrías que ir al neurólogo para que te gradúe las neuronas-digo riendo, mi amigo es tonto.

-Eso no se puede hacer-me dice fingiendo que se ha ofendido.

-¿Quieres que te enseñe la cabeza que te dejaste en esa escursión que hizimos hace 7 años?- empiezo a reír como un loco, todos me miran, pero me da igual, estoy acostumbrado a ser el centro de atención.

-Que graciosillo estás hecho hoy Adam- me fulmina con la mirada mientras yo cojo mi móvil para recordarle dónde se dejó su cabeza.
Se la enseño e intenta quitarme el móvil para borrarla.
No lo permitiría jamás de los jamases, aparte de que tengo copias de la cabezota de mi querido amigo en un museo de Barcelona.

Cómo hecho de menos mi hogar. La playa, la gente, la comida catalana...

Si no fuera por esto en lo que estoy metido ahora estaría viviendo como una persona normal.

Aprieto mis puños hasta que siento que duele.

-Oye a ti qué te pasa -dice Alex- si quieres te dejo tener la foto, pero no hace falta ponerse así hombre.- me devuelve mi móvil.

Lo único que hago es volver a mis pesas y empezar mi ejercicio.
Es la única forma de mantener mi mente fría y sin sentimientos.
Como una piedra.
Así soy yo, como una piedra.

No sé cuanto tiempo llevo dándole al saco, pero creo que más de dos horas seguro.

Estoy cansado, decido relajarme un poco antes de la pelea, ya que aún falta una hora.

Unas manos se posan en mis ojos y las quito instintivamente de manera que la persona que me haya tapado los ojos ahora, se le queden adoloridas las muñecas.
Una chillido agudo provoca que deje las muñecas y me gire para ver quién es.

-Pero es que pareces un animal Rayo, por dios ni que te estuviera amenazando de muerte- se toca las muñecas adolorida.

Es Lara, una chica con la que paso el tiempo cuando lo necesito.

-Lo siento ni sabía que eras tú- le digo- y sabes que a mí no me gusta que me hagan eso.

-Culpa mía, entendido, no te enfades- me dice sentándose en mi regazo y acariciando mis brazos.

Después de deshacerme de esa pesada de Lara me encamino hacia el ring donde tendrá lugar esa pelea.

Me preparo para subir, pero antes Alex me avisa de que el jefe ha apostado bastante así que más me vale no perder.

Aunque él sabe perfectamente que no perderé, pero le gusta amenazar.

Es un hijo de puta, claro está, pero gracias a él he salido a delante con toda la mierda que llevaba encima años atrás, no de una forma limpia, pero algo es algo.

Mi contrincante se sitúa enfrente mío y me da una media sonrisa a la cual yo respondo.

Escucho la campanita y empieza el juego.
Un golpe muy fuerte pasa por mi costado, me retuerzo, pero enseguida me recompongo y se la devuelvo al imbécil, pero con el triple de fuerza, en toda la cara.
El pobre se había distraído creyéndose que ya me había abatido.
Cae al suelo y me doy cuenta de que le deje en cao.

Mi Prohibición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora