49# Eterno

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Estaba dando vueltas por el jardín, dejando que el sol me diera en mi cuerpo. Necesitaba calor, al menos para mi cuerpo porque mi alma estaba congelada, un reino de hielo.

Una idea cruza mi mente.
Entro y busco a mi madre que está haciendo la comida.

-Mamá ¿puedo salir con el coche?- le pregunto cruzando los dedos.

-Pregúntale a tu padre- dice y resoplo.

Voy en busca de mi padre y lo veo en el salón, leyendo como siempre que tiene tiempo.

Me siento a su lado y espero a que me preste atención.

-Dime- me mira.

-¿Puedo coger el coche?- pregunto con mi sonrisa más dulce.

Me parece mentira pedir permiso por esto.

-Pregúntale a tu madre- dice volviendo la vista a su libro y yo vuelvo a resoplar.

-Ella me ha dicho que te lo preguntara a ti- reclamo.

-Vale, pero no tardes, conduce con el cinturón puesto y...

-Papá, sé cómo se conduce- le digo y le doy un beso en la cabeza mientras voy a coger mi bolso y las llaves.

Entro y arranco, después de unos minutos, llego a mi destino y bajo respirando profundo y cierro los ojos, recordando y sanado heridas... bueno al menos intentando.

Me siento en "nuestro" banco y miro al frente.
Este lugar tan hermoso y puro ¿también era una mentira?

La brisa me remueve el pelo y lo acomodo en una coleta.
Miro mi largo pelo y decido ir a la peluquería para cortarlo, no tenía sentido, lo dejé largo por él.
Todo lo hacía por él, era una arrastrada y no me daba ni cuenta de ello, estaba ciega, pero ya no más.

Tomo mi cabeza entre mis manos frustrada, no me lo puedo sacar de la cabeza, no puedo. Estoy planteando ir al psicólogo después de volver de vacaciones.

-¿Qué haces aquí?- me giro y lo veo con las manos en el bolsillo. Me paro de inmediato y me quedo mirando sus labios, los echaba de menos. ¿Pero qué digo? Sacudo mi cabeza ante semejante pensamiento y me concentro en hablar.

-He venido a despedirme de este precioso lugar.- le digo y me vuelvo a girar para contemplar la ciudad por última vez desde este sitio- No te preocupes, ya me iba.

-¿Qué tengo que hacer para que me perdones?- lo escucho decir a mis espaldas.

-Ya has hecho suficiente.- me subo al coche y me pongo el cinturón antes de irme de allí con el pulso acelerado y el corazón desbocado.
No podía pasarme esto, no pensaba en que él pudiera estar allí.
Algo que me llamó la atención fue el brillo de sus ojos, ese brillo había desaparecido, ya no estaba en esas verdes lagunas. Y creo saber quién tiene la culpa.

Creo que la vida está destinada en enseñarte lo dura que es, todos los días, te lo recuerda cruelmente.

Llego a la peluquería donde hacía meses que no venía.

-Buenas tardes- una amable chica de recepción me atiende, creo que es nueva.

-Hola- le sonrío- ¿Eres nueva?

-Oh sí, Mónica se ha ido de luna de miel- dice y yo abro los ojos sorprendida.

-Vaya pues sí que hace tiempo no me pasaba por aquí- digo riendo.

-¡Bella!- escucho una voz familiar y me giro.

-Rosa- digo y me abraza.

-Qué milagro verte por aquí, querida.

Mi Prohibición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora