38# Era Normal

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Bella:

Después de estar en el parque durante.... ni idea de cuánto tiempo llevo aquí, decido ir a casa.

Cojo el taxi y le doy la dirección, todo este tiempo creyendo superar algo y al final, y al final no es así. Es cierto lo que decía mi abuela:

"Nunca digas que has superado algo si no te has vuelto a enfrentar a ello"

Y qué razón tenía.

Cuando llego pago al taxista y me bajo con la cabeza gacha, ha oscurecido y espero que Rayan no esté en casa para molestar.

-¡Bella!- me giro y veo a Adam acercarse con cara enfurecida
-¿Dónde coño te habías metido?

Le miro a los ojos buscando algún signo de decepción o rechazo, pero no había nada.

-¿Y a ti qué te importa?- le digo borde y abre los ojos sorprendido.

-Estaba preocupado Bella, ¡Llevas cuatro horas sin dar señal de vida!- grita y ahora soy yo la que abro los ojos sorprendida ¿cuatro horas? ¿tanto?

-No deberías haberlo estado- digo mirando al suelo y las lágrimas vuelven a mis ojos.

-Bella- siento sus manos en mis mejillas y me hace levantar la vista-Odio verte así.

Lo único que hago es abrazarlo y oler su aroma, me calma y me hace sentir más tranquila, menos nerviosa y protegida.

Nos quedamos en esa posición por un rato y al fin habla.

-¿Estás mejor?- dice acariciando mi espalda y yo asiento separándome de sus cálidos brazos.

-Lo siento, soy una tonta- digo fingiendo una sonrisa.

-¿Me dirás porqué te fuiste de esa manera?- me pregunta y desvío la mirada.

-¿No te han dicho nada?- pregunto con rencor.

-No he querido escuchar nada,- dice y veo en su cara que dice la verdad- solo sé que fueron tus compañeros en primaria.

-¿Nos podemos ir a nuestro sitio?- le digo y él sonríe, sabe de qué hablo.

-Donde tú quieras princesa- subimos al coche y  nos dirigimos al sitio más bonito que han visto mis ojos.

En el coche enciendo mi móvil para avisar a Rayan que llegaré tarde cuando me empiezan a llegar las decenas de llamadas de Adam.

-Pues sí que has llamado- digo mirando el móvil.

-Cuatro horas Bella, cuatro, por favor no vuelvas a hacer eso.- dice mirándome por un segundo y me siento la peor persona del mundo.

Al llegar, bajo del coche y respiro el aire fresco de esta montaña, veo la ciudad iluminada y me siento en el banco.

-Bella... si no- dice y lo callo con un tierno beso.

-Te lo debo por haberte preocupado tanto- digo y sonríe- pero antes quiero que me prometas que no me juzgarás por lo que te voy a contar.

-Bella yo nunca te juzgaría mal, eres una persona increíble a la que quiero con locura y eso no cambiará- dice mirándome fijamente y si las palabras derritieran ahora sería un chocolate fundido.
Lo beso con necesidad y él me corresponde, al separarnos me siento mirando las luces de la ciudad y empiezo a recordar cómo empezó todo.

-Yo era una niña que amaba a sus padres, era normal, con amigas y amigos, todo estaba bien, bueno hasta que mis padres empezaron a viajar y nos dejaban al cuidado de una niñera a Rayan y a mí.- me giro a verlo y veo que está concentrado escuchándome- Mis padres venían menos a casa y yo cada vez me sentía más sola.
En cuarto de primaria empezaron a meterse conmigo por estar un poco rellenita, tenía nueve años. Se reían de mí y me insultaban, "La Gorda",
"La foca" esos eran mis apodos. Llegaba a casa y lloraba por horas, nadie lo sabía, Rayan era un niño, solo tenía  once o doce años, para él ese era su último año allí antes de ir al instituto y no le iba a contar nada, no quería que se avergonzara de mí.- las lágrimas amenazan, pero intento controlarlas.

Mi Prohibición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora