34# Sonia

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Salgo del taxi después de pagarlo y miro a mi alrededor, es un cementerio muy grande, enfrente tengo un enorme portón de hierro abierto que deja ver un camino que lleva a las tumbas, no sé cómo encontraré a Adam.

Entro y un escalofrío recorre todo mi cuerpo, nunca me han gustado los cementerios sinceramente.

Voy caminando y no veo a nadie, empiezo a creer que a lo mejor ya se habrá ido.

Hay una señora sentada en un viejo banco, me acerco para preguntarle si ha visto a Adam.

-Disculpe señora- le digo poniéndome delante suyo.

-Dime jovencita- dice la anciana, una mujer de unos setenta y pocos y con canas, parece amable.

-¿Me podría decir si ha visto a un chico por aquí?- le pregunto con la esperanza de que diga que sí.

-Viene mucha gente cielo, no sé de quién me hablas.

-Es un chico que lleva viniendo un par de días, no sé si usted estaría aquí, perdone las molestias.- le digo apenada, ¿cómo se va a fijar en toda la gente que viene? Y ni siquiera sé si viene siempre la pobre mujer.

-¿Adam?- dice y yo abro los ojos.

-Sí, ¿lo conoce? ¿sabe dónde está?- le pregunto mientras el corazón me va a mil.

-Sí hija, lleva viniendo desde el otro día, es un joven muy bueno.- dice sonriendo y yo hago lo mismo.

-¿Sabe si aún está aquí?- pregunto esperanzada.

-Sí, ha venido muy temprano hoy- dice fijando la mirada en mí- Recto a la derecha verás una fuente, sigue recto y luego gira a tu izquierda.- intentando recordar todo lo que me ha dicho, me giro y voy recto hacia la derecha, al girarme para darle las gracias, no está.
Un escalofrío recorre mi columna, pero intento ignorarlo y seguir las indicaciones de la anciana.

En lo único que pienso es en Adam. Después de pasar la fuente lo veo, está de espaldas, pero seguro es él, lo reconocería aunque me pusieran cientos de espaldas.

Me voy acercando y mi pulso va en aumento, se me forma un nudo en la garganta cuando lo veo sentado y con la cabeza gacha, debe pasarlo fatal, la culpa por haber pensado mal de él me vuelve a invadir y empiezo a sentir náuseas.

Al llegar justo detrás suyo, puedo leer el nombre que pone en la lápida "Sonia".

-Adam- digo en un susurro que no creía que iba a oír y se gira de inmediato. Mi corazón se aprieta aún más al ver sus ojos rojos de tanto llorar y la notable barba de unos días, está pálido y su cara de sorpresa al verme me confunde, aunque es más que justificable, él no esperaba verme aquí.

-¿Bella?- dice levantándose y rascándose los ojos como si estuviera soñando.

-He venido a buscarte... yo hace días que...- se acerca y me abraza, me toma por sorpresa, pero lo rodeo con mis brazos mientras que pone su cara en mi cuello.

Adam:

No pude creer que estuviera aquí hasta que la abracé y sentí sus brazos rodearme y su perfume entrando en mis fosas nasales como si se tratase de oxígeno para mi cuerpo, lo necesitaba, la necesitaba mucho, más de lo que podría reconocer.

Estos días fueron un infierno, pero al hacer contacto con ella todo se volvió neutral, como si estuviera en un sueño.

-Lo siento mucho- la escucho decir mientas acaricia mi hombro. Me separo y la miro, parece estar cansada, y está pálida con los ojos llorosos, ¿qué le habrá pasado?
-¿Cómo estás?- dice con una sonrisa que derrite, ¡dios! parezco un loco, se supone que le tengo que responder pero las palabras no me salen, solo quiero que vuelva a abrazarme.

Mi Prohibición ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora