13. Extrañando al hombre que rechaza

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—Entonces, ¿lo van a intentar? —Emma dio un sorbo a su taza de té mientras observaba a Janina.

—No quedamos en nada —afirmó e hizo lo mismo que su amiga—. Tal vez... sólo sigamos conversando —Janina se alzó de hombros.

—A ver, Janina, se besaron.

—Sí, pero eso no significa nada.

—No estoy diciendo que te vayas a casar con él o algo así solo por haberlo hecho, pero él tiene interés en ti, eso significa que pueden llegar a algo más.

Emma y Janina habían tenido una pijamada para hablar sobre lo ocurrido con Leon el día anterior; por una parte, las dos estaban de acuerdo con que él era caballeroso, atractivo y aparentemente preocupado por Janina, pero posteriormente diferían en su opinión acerca de sí él valía o no la pena.

—Un beso es un beso, Emma. Además, ninguno de los dos dijo nada después de eso, me trajo a mi casa y dijo que estaría ocupado la semana que viene. Fue todo —resumió Janina.

Su amiga rodó los ojos y resopló.

—Vamos a poner las cosas en orden. Primero lo tratas con la punta del pie por temor a que se acerque más de la cuenta porque según tú, no es bueno; segundo, aceptas salir con él a un lugar a solas cuando según tú, no quieres que lo suyo avance más; tercero le confiesas lo de tu enfermedad cuando según tú, no querías ni siquiera mencionárselo por miedo al rechazo o la lástima; y cuarto, se besan cuando según tú...

—¡Ya entendí, Emma! —Janina cortó su enumeración—; si tu conclusión es que Leon me gusta, pues así es. Sí, me gusta pero no por eso voy a dejar que él entre de la nada a mi vida y permitirle hacer un desastre en mi interior.

—¿Y quién dice que hará un desastre y no arreglará el que ya tienes? —sugirió.

Janina frunció el entrecejo ligeramente. No había visto la situación desde ese punto de vista, mientras ella y Leon se besaron, había sentido que ningún mal la aquejaba, como si nunca hubiese sido diagnosticada con tremenda afección del corazón; tal vez, él sí era ese ángel guardián que había pensado en un principio y no el ogro que ella quería inventar.

—Tienes mucha imaginación —la risa de Janina salió de entre sus labios.

—No lo creo —dijo Emma dando otro pequeño sorbo a su té—, el tal Leon es el hombre de tu vida, te lo aseguro —alzó una ceja.

Luego de dejar sus tazas en el fregadero, Janina y Emma subieron a la habitación para dormir, el reloj indicaba más de las 3 am y al día siguiente debían despertar temprano para ir a la escuela, lo cual, realmente esperaban que sucediera ya que batallarían para levantarse.

En el transcurso del lunes, Janina se mantuvo pendiente de su teléfono para no perder de vista si algún mensaje o llamada por parte de Leon llegaba, pero no fue así. El martes solamente recibió una actualización de su día y él le contó que estaba en Ucrania pues el jueves jugaría un partido con uno de los equipos de ese país. Para el miércoles ella le deseó suerte a través de una nota de voz que él agradeció; y el jueves, vio el juego del Schalke 04 contra el Shakhtar Donest encerrada en su habitación a pesar de que no entendía nada. Al día siguiente, él tendría entrenamiento y el sábado jugaría otro partido contra el Darmstadt 98 en el Veltins Arena.

Para ella, era absurdo sentirse de esa forma, extrañando a un hombre que ella misma aún rechazaba. Si bajaba un poco la guardia con Leon, estaba segura de que él no tendría problema con cruzar su muralla y ponerse a su frente sin armadura dispuesto a recibir cualquier clase de ataque con tal de estar a su lado; sin embargo, tampoco se trataba de eso, deseaba quererlo sin impedimento alguno o miedo que la hiciera retroceder un paso en cuanto la cuestión de su enfermedad se hiciera presente.

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora