24. El lago Ümminger

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Los Kiefer y Dennis habían atendido al partido del Schalke 04 contra el Bayern Munich en el Veltins Arena gracias a que Leon les había regalado boletos para hacerlo. La emoción que se había vivido en el estadio se desembocó luego de que ambos equipos quedaran empatados ya que Los Bávaros siempre eran los favoritos para ganar el encuentro. Al término del mismo, habían decidido ir a cenar a un restaurante discreto en donde Leon también los acompañaría y pasarían un buen rato entre familia.

El siguiente día sería de entrenamiento para la plantilla del Schalke pero tendrían gran parte de la tarde libre, por lo que Leon había invitado a Janina a Bochum argumentando que deseaba compartir con ella sin que nadie los interrumpiera, por lo que le tenía una sorpresa preparada.

—Estoy casi segura que las personas deben estar tachándonos de dementes, Leon —aseguró Janina.

—No lo creo —afirmó él entre risas.

—Por favor, ya bájame —suplicó.

Janina llevaba una venda en los ojos e iba sobre la espalda de Leon y tomada de su cuello; él le había pedido que confiara en él y sólo se sostuviera firmemente para no tener complicaciones durante el pequeño sendero que iba a caminar con ella encima.

—Estoy segura que tu plan va a terminar mal y eso que aún no tengo idea de qué es —dijo Janina tomándose con más fuerza de la playera de Leon.

De un momento a otro, él se detuvo y, como pudo, se agachó para que Janina se bajara de su espalda pero sin quitarse aún la venda pues él quería hacerlo. Una paz inexplicable rodeó a Janina y unos cuántos sonidos que parecían provenir de la naturaleza entraron a sus oídos; no había algún olor que pudiera darle indicios de en dónde se encontraban pero un ruido de chapuceos provino de no muy lejos.

—Leon, ¿en dónde estamos? —dijo aún tratando de imaginarse el lugar.

Él no respondió y deslizó la venda hacia arriba de la cabeza de Janina, ella abrió los ojos y enmudeció al ver el paisaje que tenía enfrente. Ambos se encontraban sobre una pequeña pradera con árboles a su alrededor y un gran lago se situaba delante de ella, a su izquierda se localizaba una cabaña, un diminuto muelle y unos cuantos botes que aparentemente podían utilizarse por los visitantes del lugar. Janina quedó maravillada y no podía dejar de observar cada detalle que los rodeaba, parecía que la vista había sido tomada de una película romántica pues el cielo estaba despejado y el sol ya comenzaría a descender, algunos patos nadaban en el agua clara y unos cuantos pájaros sobrevolaban la misma.

—Bonito, ¿no? —cuestionó Leon a sus espaldas.

Sin decir ninguna palabra, Janina lo miró y luego asintió con una sonrisa para luego regresar su vista al panorama natural.

—Es hermoso —aseguró Janina dando unos cuántos pasos para acercarse al agua.

—Es el lago Ümminger —la abrazó por detrás y besó su mejilla delicadamente—. Antes de que mis papás se divorciara solían traernos a mis hermanas y a mí cada fin de semana.

—Pero, ¿por qué está tan solo? —cuestionó intrigada.

Leon la tomó de la mano y comenzaron a caminar despacio a la orilla de la pradera.

—En verano siempre hay cientos de personas aquí, por eso aproveché para traerte antes de que eso pasara, quería estar sólo contigo.

Los dos tomaron asiento sobre el césped y comenzaron a contemplar el agradable silencio que de pronto los envolvió, una brisa cálida hacía que sus cabellos se volaran o se pegaran a sus frentes; reían como niños cuando no podían controlar sus mechones y que estos se quedaran quietos en un sólo lugar.

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora