31. Catástrofe

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La mayoría de las maletas ya se encontraban en la cajuela de la camioneta de Dietrich, Luisa iba de arriba para abajo revisando que nada le faltase en su equipaje para los siguientes tres días, Barbara no podía borrar la sonrisa que su rostro enmarcaba y Janina parecía adherida al teléfono escuchando las mil y un indicaciones que Robert le estaba dando para antes de que se marchara a Francia con la familia de Leon.

La Selección Alemana había conseguido su pase a la final de la Eurocopa 2016 contra Francia en el estadio con el mismo nombre del país en donde más de 80 mil personas presenciarían directamente quién sería el ganador de dicho torneo; Leon había enviado tres boletos para Luisa, Barbara y Janina, quienes habían sido las únicas que estaba disponibles para asistir a aquel magno evento.

El calor de 30° de Bochum justificaba el ligero vestido color violeta que Janina llevaba puesto, un sombrero la cubría de los rayos del sol y un par de sandalias dejaban sus pálidos pies expuestos. A pesar de que su padre aún no colgaba la llamada y le repetía cada segundo que tuviera mucho cuidado, una fina sonrisa hacía relucir sus blancos dientes. No podía esperar para ver a su novio, y mejor aún, salir corriendo a abrazarlo en cuanto el partido de mañana terminara, sin importar cuál fuera el resultado.

—Yo también te amo, papi —dijo Janina—, te llamo en cuanto esté en el aeropuerto. Bye —se despidió de él y terminó la llamada bloqueando su teléfono.

—¿Fin de las recomendaciones de papá? —Luisa pasó a un lado de ella riendo.

Janina se alzó de hombros y acomodó su cabello.

—Juro que puedo contarlas todas de aquí hasta Francia y me faltaría tiempo —rio ligeramente y entró detrás de ella a la casa de Barbara.

—¡Mamá! —la llamó Luisa por un pasillo—. ¡Dietrich dice que te apures!

Barbara salió de una de las habitaciones y bufó con pesadez.

—Revoloteé mi pasaporte entre algunas cosas del cuarto y no lo encuentro —explicó—. Denme unos minutos, por favor —pidió.

—¡Ay, mamá! —Luisa rodó los ojos—, las espero afuera —dio media vuelta y salió por la puerta.

Janina dirigió su mirada a su suegra y dio unos cuántos pasos.

—¿Quiere que la ayude a buscarlo? —sugirió amablemente.

Ella soló sonrió haciendo desaparecer sus ojos así como Leon también lo hacía.

—No, hija. Gracias. No te preocupes, mejor ve con Lu porque se desesperará más de lo que ya está.

—De acuerdo, entonces voy a por un vaso de agua a la cocina, tomo unas pastillas y salgo con Luisa —señaló con uno de sus dedos la cocina.

La mamá de Leon asintió y regresó por el pasillo del que había salido.

Janina tomó un vaso de cristal de los gabinetes de la pared, lo apegó al dispensador de agua del refrigerador y lo presionó para que el líquido saliera. Fue por su bolsa a la sala y agachó la mirada para rebuscar entre las tantas cosas que llevaba allí dentro la caja de píldoras que tomaba para contrarrestar el soplo, metió la mano a algunos bolsillos internos pero no lograba entrarla.

—Janina —una voz familiar la llamó.

De inmediato, levantó su rostro y entrecerró los ojos incrédula de lo que tenía que soportar.

—Hola, Daniela —saludó entre dientes y volvió a lo que hacía anteriormente.

—¿Qué tal? —dijo con la tonalidad tan aguda que ella odiaba—. Supe que se van a ver la final de mañana en Francia.

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora