16. Un consejo

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—¿Y qué esperabas, Janina? ¿Flores y aplausos después de que lo mandaste por un tubo? —gritó Emma con sus manos en la cintura.

—¡Ya déjame en paz, Emma! ¡Lárgate de mi casa! —sollozó Janina contra la almohada.

—¡No me pienso ir hasta que no tomes el teléfono y le marques a Leon para decirle que lo sientes! —exigió más que molesta.

—¡No lo haré! —volvió a gritar Janina.

El arrepentimiento que estaba sufriendo luego de haber dicho a Leon que no pensaba darle una oportunidad era demasiado y ya no podía con él. Pensaba que tal vez habrían podido conservar la mínima amistad que tenían pero no fue, ni sería así; Leon había salido de la cafetería maldiciéndose a sí mismo, pues había vuelto a preguntar a Janina si estaba segura de lo que decía o si sufría alguna clase de confusión, a lo que ella respondió que nada le ocurría y estaba consciente de su decisión. Ahora, lloraba a grito abierto en su hogar, arriesgándose a tener una nueva crisis por culpa de su inmadurez y forma tan testaruda de pensar.

—¡¿Qué demonios pasa aquí, par de locas? —Valeska entró a la habitación de Janina azotando la puerta—. Dennis y yo estamos viendo una película y por más alto que subamos el volumen, sus gritos no nos dejan escuchar.

—¡Dennis y tú se pueden ir al infierno! —Janina se puso de pie y se encerró en el baño para que la dejaran sola.

El entrecejo fruncido de Valeska se dirigió a Emma, quien se encontraba de la misma forma.

—¿Qué le hiciste? —preguntó culpándola.

—Mejor pregúntale a ella qué le hizo al mejor prospecto de su vida —concluyó marchándose del cuarto con un genio peor que el de Janina.

Valeska se acercó a la puerta del baño y tocó tres veces contra ella.

—Juro que si no me abres la puerta, yo misma la tiro, Janina —amenazó.

Luego de unos segundos, ella apareció con los ojos hinchados e inevitablemente, abrazó a Valeska, quien hizo lo mismo para tratar de calmarla.

—¿Qué pasa, Nina? —dijo con más serenidad.


—Me mandó al diablo —argumentó Leon.

—¿Podrías no expresarte de esa forma? —dijo Max mientras cargaba a su hija.

—Si lo dices por Lea, aún no comprende las palabras, Max. Deja de ser tan exagerado y sobre protector —reprochó Alexandra, su esposa.

Max frunció el entrecejo.

—Trato de cuidar a mi...

—No repliques y deja hablar a Leon —sentenció Alexandra.

Con molestia, Max guardó silencio para que su amigo continuara con la plática.

—Soy un imbécil por haberle apostado a algo que desconocía y trataba de arreglar —Leon se lamentó.

—¿Otra vez? —cuestionó Max con enojo luego de escuchar la palabra imbécil.

Alexandra tomó a Lea entre sus brazos y Max no comprendió el por qué.

—Deberías ir a comprar algo de comer para los tres —dijo Alexandra.

—No hay problema, podemos pedirlo por teléfono —agregó Max.

—Dije, ve a comprarlo —esta vez ordenó.

Max tomó las llaves de su auto murmurando palabras entre dientes y salió del departamento cerrando la puerta fuertemente.

—Lamento que por mi culpa se peleen —expresó Leon.

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora