32. El corazón de Janina

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El tic-tac de las manecillas del reloj taladraba los oídos de quienes se encontraban en aquella blanca y amarga sala de hospital; ¿cuánto tiempo más debían esperar allí sin recibir alguna noticia? Ya todos habían trazado surcos entre los azulejos del piso después de tanto caminar de un lado hacia otro. Caían más y más en la locura cada que transcurría un segundo, sus pálidos rostros hacían resaltar las ojeras y el cansancio sulfuraba a través de sus facciones. Nadie había puesto un pie en el exterior y mucho menos habían dormido para permanecer alerta de cualquier aviso que pudiera llegarles, pero nada pasaba, sólo la inevitable desgracia que ya no podía dar marcha atrás.

Robert se encontraba recargado contra una pared, sus ojos verdes, que habían perdido luz, eran los mismos que los de su hija, esa que se encontraba en el quirófano en manos de Dios y, según su perspectiva, remotamente de los doctores; con un puño cubría su boca y constantemente miraba su muñeca para revisar cada minuto que se colaba y llegaba a la nada. Su teléfono vibró y lo ignoró por completo, los ingenieros escoceses que recibirían en Telekom podían irse al infierno junto con su puesto de director que estaba arriesgando al haber dejado todo su trabajo botado pues su única prioridad era permanecer allí, aunque fuera con un susidio, esperando por cualquier señal de esperanza.

Hannah se encontraba sentada en un sillón individual, tenía ambos brazos cruzados y lágrimas aún vivas en el rostro. La amante de la moda había perdido el glamour que la caracterizaba, no tenía idea de qué estaba vistiendo y en qué situación se encontraba su cabello, lo único que le importaba era saber el estado de su hija menor, la que a pesar de amar con todo su corazón, siempre terminaba descuidando por culpa de la casa de modas en la que invertía la mayor parte de su tiempo y se había llevado la mitad de su vida.

Valeska simplemente no quería cruzar palabras con nadie, tenía ambas piernas al borde de una silla y las rodeaba con sus brazos, ocultaba su cabeza entre el hueco que formaban y se le escuchaba suspirar de vez en cuando; en los momentos que levantaba la cara, sus ojos azules estaban cristalinos y sus mejillas completamente enrojecidas, las pecas que su maquillaje diario ocultaban estaban expuestas y mordía su labio tratando de retener un llanto que, de igual forma, liberaba en su interior. Deseaba correr y que su novio la acogiera con un cálido abrazo pero no se encontraba ahí; probablemente, y si nada estuviera pasando, ella debería estar con Dennis, ese que su hermana menor despreciaba, el mismo que se había ofrecido para hacer una transfusión de sangre O- para Janina y que ahora se encontraba reposando en su casa debido a los mareos provocados por la donación.

Emma era un caso muy particular entre todos ellos, la chica invencible que parecía jugar carreras con la vida y el destino, tenía un nudo en la garganta que le impedía poder mantener una conversación, sus sollozos era lo único que se escuchaba en la sala y su única compañía era una caja de pañuelos que estaba a punto de terminarse. Los mensajes de la larga fila de chicos con los que hablaba llegaban uno tras otro molestándola sobre el por qué no daba respuesta a los mismos, pero poco le importaban todos esos hombres, su mejor amiga, o mejor dicho, su hermana y su cómplice de aventuras estaba siendo operada, su vida se abalanzaba constantemente pues se encontraba en el limbo entre la vida y la muerte.

El recorrido visual terminaba en Leon, quien pasaba saliva constantemente mientras su mirada se situaba pegada a una de las paredes del lugar, se encontraba sujeto al respaldo del sofá y sus brazos detrás de la nuca. Aún llevaba puesto el uniforme de entrenamiento de la Selección de Alemania, sus labios se mostraban resecos y algunas lágrimas se resguardaban en los párpados inferiores; sentía todo su cuerpo adolorido pero una profunda herida se estacionaba en su corazón, tenía más de un mes sin ver a su novia y seguía sin hacerlo pues en cuanto llegó al hospital, luego de un incómodo vuelo, ningún doctor le permitió divisarla aunque fuera un par de segundos, sin embargo, y en palabras de Valeska, Janina parecía ya no estar espiritualmente en el mundo. Su posición era completamente diferente a la de los demás, él debía estar cumpliendo uno de sus mayores sueños en la final de la Eurocopa en Francia, algo con lo que había delirado durante años pero que había pasado a segundo plano desde que había recibido la infortuna noticia de la chica del billete, como solía tacharla en algunos momentos.

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora