08. Decepción

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Los ojos de Janina comenzaron a abrirse requiriendo un esfuerzo sobrehumano, un movimiento produciéndose en su cama la molestaba y aún tenía tanto sueño que no lograba aclarar su vista para ver a la persona que estaba perturbándola. Tratando de ignorar el quejumbroso colchón que parecía brincar, se colocó boca abajo con una almohada encima de su cabeza que le retiraron inmediatamente.

—¡No te hagas la dormida, Janina!

Ella frunció su ceño tanto como pudo y resopló aún con los ojos cerrados, Emma no podía estar ahí en su casa tan temprano apagándole el día, seguramente su madre o Valeska la habían dejado entrar y ni siquiera la fuerza más potente del universo podría sacarla de su habitación si no obtenía lo que quería.

—Voy a contar hasta tres y si no dejas de molestar, me voy a enojar demasiado, Emma —advirtió Janina.

—No me importa y no me voy hasta no saber todo lo que pasó anoche con Leon —aseguró.

El simple hecho de escuchar su nombre, hacía que Janina volviera a arder de coraje. En verdad no quería ni siquiera tocar el tema de su no concretada cita y Emma se encontraba ahí especialmente para eso; ya sabía que no debía alterarse pero volvería a ir a dar al hospital si ella no se marchaba cuanto antes o dejaba de preguntar sobre él.

—Emma, vete por favor. No me siento bien —pronunció conteniendo su enojo.

—Y yo ya te dije que no me iré hasta que no me cuentes sobre tu cita; ¿te invitó a salir otra vez? ¿Se besaron?

Janina resopló con pesadez, restregó sus ojos y no le importó mancharse todos los párpados con la mascara que no había retirado de sus pestañas, fue y lavó su cara y cepilló sus dientes. Su expresión no era para nada la mejor y Emma parecía solamente reírse de su mal humor pero no podía disimularlo ni un poco cuando la habían dejado plantada y ahora la impertinente de su mejor amiga se había atrevido a despertarla.

—No hubo cita —afirmó Janina saliendo del baño.

Las tupidas cejas negras de Emma se juntaron y sus ojos la miraban incrédula.

—¿Qué estás diciendo?

—No hubo cita, me dejó plantada, me abandonó —enlistó Janina y volvió a meterse entre las sábanas de su cama.

Emma se las retiró haciéndolas a un lado.

—No es cierto —dijo aún sin poder creerlo.

—Sí es cierto y seguramente sólo buscaba burlarse de mí —se atrevió a afirmar Janina.

—No lo creo, seguramente tuvo algún contratiempo —defendió Emma.

—Yo no, y ya no quiero hablar de eso —argumentó con firmeza.

—Janina...

—No es no, Emma. Ya puedes irte —pronunció con seriedad.

Su amiga suspiró lentamente, se paró de la cama y caminó hasta la puerta de su habitación.

—En caso de que te vuelva a llamar, escúchalo, Janina. Te puedo asegurar que algo pasó para que no pudieran salir.

—No lo conocemos y recuerda que los hombres sólo buscan su beneficio, probablemente se encontró una mejor.

Emma prefirió salir del cuarto sin mencionar otra palabra a Janina; ella en verdad no se encontraba bien pero no quería reconocer frente a nadie que le dolía que él no se hubiese ni siquiera aparecido a través de un mensaje o algo para informarle que no podrían salir. Reconocía para sí misma que estaba actuando dramáticamente por un chico que había conocido fugazmente, sin embargo, sus ilusiones no dichas estaba destrozadas por completo; y esa era otra cuestión, jamás se ilusionaba tan fácil y rápidamente, pero Leon le había parecido sincero y alguien en quien confiar a pesar de que no debía hacerlo y lamentablemente estaba sufriendo por algo a lo que él no le había tomado ni la más mínima importancia.

El día comenzó a pasar con un ritmo normal y poco acelerado, Janina había hecho sus tareas pendientes de la universidad y hasta le había dado tiempo para recoger un poco su cuarto y ordenar su armario. Por la noche salió al cine con sus papás y regresó para volver a tocar su violín en la terraza del segundo piso teniendo a Robert como espectador.

—¿Qué sucede? —preguntó su padre.

Janina bajó el violín y luego el arco, los guardó en su funda y tomó asiento en una de las sillas que estaba ahí.

—Nada —aseguró.

—Anoche también tocaste y hacía mucho tiempo que no lo hacías.

—La inspiración volvió —sonrió ligeramente.

—En tus propias palabras, expresaste que el violín te hacía sentir triste y eso es lo que menos has querido desde entonces —formuló Robert inteligentemente.

Ella subió los pies a la silla y envolvió sus piernas con los brazos, colocando la barbilla encima de las rodillas.

—A veces, la tristeza es inevitable, papá. Deseamos huir de todo aquello que nos lastima pero no siempre podemos ganarle la carrera a nuestros enemigos.

—No me gusta verte así, mi amor.

Robert se acercó a su hija y ella, sin pensarlo, lo abrazó recargando el rostro contra su pecho, él comenzó a pasar su mano suavemente por su cabello mientras Janina sollozaba ligeramente. Él parecía ser un hombre inquebrantable de hierro que caminaba por la vida con paso firme y decisivo, sin embargo, su hija menor era uno de sus puntos débiles y sabía que ella vivía aterrada de lo que el futuro le deparara; si estuviese en sus manos, dispondría de todo lo que tenía para que ella volviera a sonreír sin preocupación alguna.

—¿Cuántas veces te ha decepcionado la vida, papá? —cuestionó Janina como una niña.

La pregunta heló a Robert y abrazó con más fuerza a su hija.

—Cientos de veces, Nina. A veces, nosotros maquinamos planes que no sabemos si podrán concretarse y terminamos llevándonos una decepción cuando nada sale como esperábamos.

Janina estaba decepcionada de todo y de todos, la vida no la había tratado tan bien y por ello había aprendido a suprimir algunos de sus sentimientos, sin embargo, era humana y seguía cometiendo errores, no podía sacarle la vuelta a lo que sentía todo el tiempo.

—Quiero que seas feliz, Janina —aseguró su padre—, sé que piensas acerca de lo que te pasa y permaneces agobiada constantemente, pero, afortunadamente, no han faltado los medios para atenderte y aunque lo material no de la felicidad, nada te falta y sabes que yo sería capaz de todo con tal de verlas sonreír a las tres —incluyó a Hannah y Valeska—, en especial a ti, mi vida.

Robert besó suavemente la frente de su hija y luego regresó a su habitación para dormir. Janina se quedó un rato más ahí sentada hasta que también fue a su cuarto debido a que el frío de la noche comenzaba a hacerla temblar; entró debajo de las sábanas y se acomodó boca abajo, trató de dormir pero no lograba que sus párpados se cerraran por completo y su sueño desapareció completamente cuando una llamada entró en su teléfono y registró el número de Leon.

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¡Hola, chicas!

Quería pedirles una disculpa por medio ausentarme pero es que estos días fueron el infierno en la universidad pero afortunadamente todo salió bien :)

¡Espero que les guste el capitulo!

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora