02. Un cappuccino para la "modelo"

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Aunque la idea de descansar los fines de semana era lo más factible para Janina, parecía que su madre no entendía sus ganas de no pararse de la cama en todo el día. A pesar de que ya pasaba del medio día, ella seguía bostezando y no prestaba atención a lo que algunas personas estaban diciéndole, sólo asentía moviendo su cabeza sin responder un simple .

Hannah era dueña de una casa de modas a la que le llevaba dedicando la mitad de su vida, era amante de la ropa y trataba de que Janina y Valeska también se involucraran en su "apasionado negocio" y a pesar de que su hija mayor se acababa de recibir de una academia de diseño, no prestaba tanta atención a ello. Janina terminaba siendo la modelo de algunas prendas confeccionadas por Hannah y aunque podía encontrar ese pasatiempo interesante, realmente no era lo suyo y se sentía forzada a estar en ese lugar.

—Mami, la tela me da comezón —Janina rascaba ligeramente su espalda.

Ella llevaba puesto un vestido corto de satín que se ceñía a su espalda y eso provocaba una ligera picazón en la piel.

—Dile a Liane que te de otro, aún faltan algunas fotos —dijo su madre sin despegar la vista de una tableta electrónica.

Janina resopló, se dirigió con Liane, la asistente de su mamá, y ella le pasó otros tres vestidos. Luego de un montón de fotografías, volvió a ponerse la ropa que llevaba antes de la sesión y regresó con Hannah, quien por fin parecía un poco más relajada.

—Janina, ¿sabes dónde está Valeska? —pronunció su madre.

—Con Dennis, seguramente —rodó los ojos y cruzó los brazos.

—Debió haber llegado hace como dos horas y una clienta quiere ver un vestido en una modelo.

Janina ya sabía en qué concluiría todo aquello por lo que se ahorró las casi súplicas de su madre, apuntó su propio rostro con uno de sus dedos y mostró su cara de resignación. Valeska nunca tomaba en serio sus compromisos y ella terminaba por resolver todo tomando su lugar.

—Yo lo "modelo" —Janina hizo comillas con sus dedos pues ella no era la indicada para hacerlo.

—Por eso te amo, hija —Hannah besó su frente.

Su madre parecía una adolescente emocionada con su trabajo; aunque tuviera más de dos décadas realizando lo mismo, nunca se cansaba de vivir entre prendas, telas, texturas y colores.

El vestido que Janina llevaba puesto era largo y liso, sólo tenía bordadas unas cuantas piedras brillantes en el área de los tirantes y el cuello, pero era ella la que hacía resaltar la prenda. Janina era alta y rubia, sus ojos verdes sobresalían con el morado del vestido que, además, se adaptaba muy bien a su delgada figura.

—¿La modelo es su hija? —la clienta de Hannah veía a Janina con admiración.

—Sí —respondió la mujer sonriendo orgullosa—, es mi hija menor.

—Es muy linda —aduló la otra mujer.

—Gracias —Hannah volvió a sonreír—, pero ¿qué dice del vestido? ¿Le gusta?

—Definitivamente —confirmó—, me lo llevo.

Janina bajó los brazos de su cintura y borró la sonrisa forzada que casi se quedaba atascada en su rostro, fue al vestidor para retirarse la prenda y entregársela a Liane. Luego, volvió a vestirse con su propia ropa y antes de que su madre le pidiese algún otro favor, se despidió de ella inventando que Emma, su mejor amiga, la necesitaba con urgencia e irían a tomar un café o un helado.

No solía mentir pero en verdad no tenía ánimos de seguir encerrada en la casa de modas rodeada de otras mujeres llendo y viniendo a todos lados mientras ella solo esperaba a que le dieran una nueva prenda para lucir, prefería ir sola a algún lado para despejarse mentalmente de lo que la agobiaba por años.

Llevaba ya algunos minutos conduciendo sin decidir a dónde quería ir, se encontraba cerca del centro comercial pero lo que menos deseaba era volver a un lugar repleto de personas. La idea de tomar un café que había incluido en su mentira no le pareció del todo mala por lo que se dirigió a una pequeña cafetería a la que, en ocasiones, atendía con Emma.

Ordenó un cappuccino descafeinado y se sentó pacientemente a esperar a que estuviese listo, sacó su teléfono de la bolsa de mano que llevaba y se percató que recién había llegado un mensaje. A su tarde libre le quedaban solo unas cuantas horas antes de que Robert, su padre, no dejara de llamarla para que regresara a su hogar debido a que ya sería noche y ese texto que tenía era el primer llamado.

Deslizó el mensaje de su padre para eliminarlo de su pantalla y prefirió entrar a Facebook para revisar las últimas noticias del inicio; sus ojos se abrieron al ver que David Garrett daría un concierto en Berlín dentro de dos meses. Él era su violinista favorito, lo admiraba y le fascinaba escuchar cada una de sus piezas, no dudaría en pedirle a Robert que le comprara un par de boletos para que la acompañara o al menos obligara a Valeska para que fuera con ella.

Janina escuchó que una de las empleadas de la cafetería la llamaba a ella y a otra persona para recoger sus vasos; ella aún se encontraba leyendo la nota del próximo evento en su teléfono y así se puso de pie para tomar su pedido pero no se percató de que había dos vasos y al tiempo que agarró uno de ellos, alguien puso su mano sobre la de ella y se vio forzada a levantar la vista.

¿Cuáles son tus miedos? (Leon Goretzka)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora