Continuará...

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Habían transcurrido ya más de diez meses desde aquella noche en que Stefan había salido por la puerta en esa fría noche de Diciembre; y Alex llevaba ya casi nueve en la ciudad que había sido siempre la de sus sueños. Desde esa noche en que todo había terminado, ninguno de los dos supo más del otro, por gusto o cosas del destino, para Alex, Stefan era un recuerdo borroso que ella misma se había encargado de difuminar, pues, la primera vez que se había entregado en cuerpo y alma a un hombre, éste le había roto el corazón como nadie en la vida podría reparar.
Con un abrigo azul rey, unas botas cafés y un pañuelo a tono con el abrigo, Alex caminaba de vuelta a casa después de un largo día en la facultad, y aunque era Otoño aún, el día se encontraba demasiado frío, justo para una taza de té con canela en el mismo lugar de siempre, el que había conocido apenas unos días después de instalarse en Ámsterdam, aun cuando su tiempo fuese acotado. La dirección sus pies la conocían de memoria; caminar tres cuadras desde la facultad en dirección al río Amstel, doblar a la izquierda, seguir derecho hasta el letrero de la vieja librería de la esquina y luego a tan solo tres puestos, se encontraba el pintoresco lugar, era el recorrido de casi cada día, ese que hacía casi sin detenerse.

"La leyenda del hilo rojo" leyó entre labios, el volante que la adorable pequeña había dejado en sus manos apenas se había sentado en la que ella misma había proclamado como "su mesa" hace un par de meses atrás, tomó por completo su atención y prosiguió leyendo, "Todos estamos destinados a conocer a alguien y un hilo rojo nos une a esa persona, no importa el tiempo, lugar o circunstancias, el hilo puede estrecharse, alargarse, tensarse, incluso enredarse, pero jamás romperse", aparecía escrito bajo un dibujo de dos manos entrelazadas por un hilo rojo a cada meñique.
Una sonrisa que escondía un dejo de melancolía apareció en su rostro y sin evitarlo miró el dije en su ahora pulsera, la llave que lo abría la tenía Stefan, pero sabía perfectamente la frase grabada en su interior y la repitió para sí, "mi error favorito". Bajó el puño del abrigo y meneó la cabeza, porque cuando le dijo a Stefan que siempre iba a ser él, no mentía, sin importar el tiempo y el daño hecho, siempre iba a ser él.

- Si vino un nombre a su mente al leer esto, ya sabe a quién la une el hilo... -La voz ronca la sobresaltó más de lo que hubiese esperado, pero sonrió al hombre con boina y abrigo en la mesa contigua. -Es extraño ver que una jovencita se interese por este tipo de temas; hoy en día los jóvenes saben más sobre lo desechable, que el verdadero amor...
Alex hasta antes de Stefan sabía de igual manera. Tragó pesado y le miró. -Cuando conoces a la persona, es que cambias lo que sabes... -El anciano a su lado la miró con expresión de sorpresa y luego sonrió.
- ¿Dónde está él? Si es que se puede saber... -Preguntó así sin más. Alex, que siempre había sido reservada, sobre todo en esta ciudad, justo en ese instante se había desinhibido sin culpa.
- Al otro lado del mundo... -Suspiró. Un escalofrío la recorrió que más que nada fue de recuerdos. -Y, ¿a quién lo conecta su hilo rojo? -El anciano la miró sonriente y giró hacia la calle-. A ella...
La mujer señalada denotaba serenidad y sobre todo sabiduría, debía tener la misma edad que aquel anciano, vestía un abrigo rojo y sus labios estaban pintados de un tono carmín, sonrío apenas vio al que debía ser su esposo, quien se levantó enseguida para ayudarla con su abrigo. Alex sonrió de medio lado y volvió a lo suyo.

- ¿Un moca blanco? -Preguntó la colorina en frente de Alex quien asintió al instante-. Tenemos crostata de frutilla, ¿Un trozo?
- Por favor, Roos.
- 3 minutos y te traigo tu orden, Alex. -Ambas compañeras de universidad se habían conocido casi el primer día de clases, Roos era si se podía decir la única amiga de Alex en la ciudad y la única además en saber la verdadera historia que la había traído aquí-. Moca blanco y crostata para la expositora. -La mirada fulminante de Alex le sacó una sonrisa sincera a la pelirroja que ahora se encontraba sentada frente a ella.
- Por favor, Roos... No necesito que todo el mundo se entere de la exposición... -Bebió de su moca y no pudo evitar saborear sus labios, era el mejor que había probado en mucho tiempo.
- Es exacto lo que necesitas, Alex.
- Tal vez, pero es la primera aquí, necesito que sea algo íntimo, que quienes vayan ya conozcan mi trabajo... -Probó el primer bocado de la crostata y gozó, no se parecía en lo más mínimo a las que hacía Nona, pero eran lo más cerca que podía sentirse de casa en un lugar tan lejano como este.
- ¿Está todo listo? -Alex asintió.

Demonios: Mi Error FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora