9.

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No podía ni siquiera decir una palabra, mi cuerpo y mente parecían estar en un estado de suspensión sin final y para ser sincera no tenía interés en cambiarlo o tal vez simplemente no podía.

Stefan se encontraba sentado en el sofá contiguo mirándome; en más de una ocasión intentó decir algo, pero la verdad es que no había mucho qué decir. Su mano en mi rodilla había dejado de importarme hace más de media hora, la verdad todo me era inverosímil.

El té entre mis manos ya se había enfriado por enésima vez y, sin embargo, Stefan lo había vuelto a hacer una y otra vez. En más de una ocasión intenté decir algo, pero al momento de tratar de dejar salir alguna palabra, ésta se perdía en mi garganta, simplemente no podía.

– Tienes que dormir. –Se hincó frente a mí acariciando mis rodillas. Esquivé su mirada tan rápido como pude y él no la buscó de vuelta–. Sé que no estás bien, pero necesitas dormir. –Negué. No quería, no iba a poder aun cuando mis ojos aclamaban por cerrarse.

– No. –Salió de mi boca tan débil como lo sentí. Stefan se sentó a mi lado y me abrazó, no me negué y recargué mi cabeza en su pecho.

– Alex, debes dormir... No puedes estar despierta y sólo recordar y recordar lo que... –No dijo nada. Las lágrimas en mis mejillas volvieron a comenzar a caer. Intenté beber del té que aún se mantenía frío mientras Stefan continuaba queriendo hacerme reaccionar–. Me tienes a mí, aférrate a mí, pero por favor saca esas imágenes de tu mente...

Apreté la taza de té en frente de mí al punto en que mis nudillos se tornaron blancos. Pero no podía, por más que lo intentara mi mente repetía una y otra vez aquellas imágenes. –No puedo...

– Me tienes a mí... –Tomó mis manos y sentí su calor instantáneamente.

Sabía que lo tenía a él, y aunque no lo dijese me consolaba el saber que se preocupaba por mí. Tener a alguien en quien refugiarme, alguien con quien poder llorar, alguien, simplemente alguien.

Pero aun teniéndolo a él me era difícil poder seguir adelante, esto iba más allá de mí, mucho más.

Las lágrimas brotaban sin parar y sinceramente no ponía ningún esfuerzo en que se detuviesen. –Es difícil... –Dije apenas, mientras el llanto me desbordaba.

– Lo siento. –Quise girar mi cabeza hacia él y preguntar de qué hablaba, pero no pude, la debilidad en mi cuerpo se acrecentaba con cada segundo. Él continuó–. Si no hubiese dicho esas imbecilidades... Tú no habrías... Y no habrías estado sola para...

Tan rápido como escuché sus estúpidas palabras dejé el té a un lado, me levanté y lo abracé, no podía estar diciendo algo así. –No es tu culpa... –Susurré tan fuerte como pude. Me correspondió al instante, y por inercia comencé a llorar, otra vez.

Stefan acariciaba y besaba mi cabello mientras yo dejaba que el llanto me consumiese. Me sentía enferma y sucia, pero sobre todo tenía asco de mí, porque aun cuando Tobias no había llegado a concretarlo, aún podía sentir sus manos en todo mi cuerpo, tocándolo y queriendo hacerlo suyo a la fuerza.

Quería irme de allí, escapar de Great Falls y no volver más, no quería tener que ir a la universidad y recordar todo al mirar aquel lugar, no quería que el mundo me mirase, no quería si quiera ver a Stefan porque la culpa y la vergüenza eran mayores que cualquier otra cosa.

Llegué a pensar en no querer vivir, por mucho que eso significase.


Al rato, mi llanto ya no era desgarrador, era callado y grave, pero no podía parar aun cuando con todas mis fuerzas intentaba hacer que se detuviese. Sólo una vez había llorado así, sólo una vez el llanto me había llegado a consumir de esta manera, y me aterré, porque sabía perfectamente en qué podía terminar esto sí lo dejaba continuar, pero lamentablemente ni siquiera eso me preocupaba ahora, nada en mi mente podía ser más grande que esas imágenes que seguían repitiéndose como si fuesen una película de terror sin fin.

Demonios: Mi Error FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora