21.

1.5K 77 1
                                    

– ¿Estás bien? –Mamá sentada a mi lado me preguntaba por vez mil si me encontraba bien o no. La respuesta había sido siempre la misma.

– No. –Repetí. Su mano en mi cabeza me acercó hacia ella.

Había pasado una semana desde lo de la casa en el lago y Stefan no había llamado una vez si quiera, no esperaba que me pidiera volver, pero esto significaba que le importaba menos de lo que parecía y dentro de todo era lo que más me molestaba. Suspiré. –Debo decirte algo. Pero promete que no te enojarás...

La miré y negué. –¿Qué sucede?

– Stefan ha llamado todos los días sin falta. –Mi yo interno se sintió victorioso, el exterior como siempre pareció no inmutarse.

– Podría haber llamado a mi teléfono. –Respondí adelantándome a su justificación.

Esbozó una sonrisa que no entendí por qué. –Cariño, él sabe que no responderías. Sólo llamaba para saber si estabas bien, cómo te encontrabas...

– Si vuelve a llamar dile que no lo haga más. Yo no lo quiero cerca. –Negó–. ¿Qué?

– Lo quieres más cerca de lo que me quieres a mí ahora... –Reí.

Me levanté y caminé hasta la ventana. –Sabes que no soy ese tipo de chica. Si dije que no lo quería cerca es porque es así, lo sabes tan bien como yo, mamá. –Mentí descaradamente, y por la expresión de mamá podía asegurar que me había creído.

– Se equivocó Alex, todos lo hacemos... –Me encogí de hombros, no iba a escuchar lo que los demás dijeran, Stefan me había fallado y eso era todo lo que me importaba.

Me creía una persona fuerte y sobretodo autosuficiente, pero ahora sentía la maldita necesidad de tener a Stefan cerca. Se había convertido en lo que siempre negué y quise evitar, algo fundamental en mi vida y me odiaba por eso.

Si bien había llamado, lo que no entendía es por qué no había intentado hablar conmigo, tal vez me conocía más de lo que yo creía y me iba a dar mi espacio suficiente, que pensara mejor las cosas y volviese a analizar mi decisión de no estar más juntos... Y no me molestaba lo anterior, sino más bien el hecho de que me sentía la típica chica idiota que se había vuelto dependiente de un imbécil, básicamente de lo que me burlé toda la vida.

Sentada en mi ventana vi como su auto se estacionaba en las afueras de mi casa. Me quedé allí cuando noté que me vio al bajarse, no traía rosas, chocolates ni nada por el estilo, eso era un gran punto a su favor.

Escuché el timbre sonar y a mamá abrirle la puerta, había saludado y ella dicho algo así como que yo no lo quería ver, que mejor se fuese.

No pude evitar reír, mamá prácticamente lo estaba echando, pero al parecer Stefan no quiso aceptar su consejo porque sus pies subiendo las escaleras me hicieron sobresaltar, pero no me moví de mi posición.

Golpeó la puerta que se encontraba abierta. Revoleé los ojos por inercia. –¿Puedo pasar?

¿Era en serio? No dije nada.

– Alex... Soy Stefan... –¡Dios! ¡En qué momento se había vuelto tan idiota!–. Eso fue bastante idiota... Sólo quiero...

Me giré ocultando la risa en mi interior. –Te vi abajo, Stefan.

– ¿Puedes sólo acompañarme? –No entendí su petición y la volvió a repetir–. ¿Puedes?

Negué. –No tengo nada que hablar contigo.

Su maldita perfecta sonrisa volvió a aparecer. –Eso es lo bueno, que yo si tengo mucho que hablar contigo.

– Y eso es lo malo, que no me importa. –Dije sin gracia.

Demonios: Mi Error FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora