30. FINAL

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La luminosidad de mi cuarto era tenue, justa para un momento así, Stefan sosteniéndome era todo lo que necesitaba ahora, en sus brazos todo parecía ir demasiado bien, no había de qué preocuparse, era mi refugio, mi sensación de paz. Y es que él era todo lo que nunca quise y más, pero así funcionaba lo nuestro, rompiendo mis reglas y las suyas hoy llevábamos más tiempo juntos de lo que ninguno jamás hubiese imaginado.

Si bien lo nuestro no había comenzado como la típica historia de amor, y sí bastante diferente a lo convencional, puede ser que tal vez por eso es que iba tan bien, él se había convertido en todo lo que siempre me negué a querer, pero que al fin y al cabo me hacía más feliz que cualquier cosa.

Habíamos vuelto oficialmente esa noche en que cenamos, su demonio no fue impedimento para estar juntos y a pesar de todo, de saber la verdad, ésta no nos había explotado en la cara porque masoquista y egoístamente prefería tenerlo conmigo y ocultarle que sabía la verdad a perderlo para siempre.
Lo amaba de una manera que me consumía, Stefan era ese "gran amor" que pensé jamás sentiría, y estaba completamente segura que yo era lo mismo para él, porque me lo demostraba incansablemente. No éramos unos niños, yo tenía 22 años y el 23 y ya sabíamos perfectamente lo que queríamos y pasar lo que quedaba de vida juntos era una de esas cosas. Era apresurado tal vez, pero por lo mismo no había planes de boda, ni mucho menos anillo de compromiso, sólo estar juntos era lo que importaba, aprovechar al máximo lo que quedaba de año y disfrutarnos el uno al otro.
Estaba segura de todo, demasiado tal vez.
Habíamos venido a pasar el fin de semana a la casa del lago, había sido su idea por haber terminado el semestre de excelente forma y también una manera de estar a solas antes de irnos de vacaciones juntos a Milán, con el propósito que conociese a toda la familia Fabiani Pascuzzo; un gran paso, valga decirlo.
Él había preparado la cena porque aunque me costase aceptarlo cocinaba mejor que yo, sobre todo las pastas que eran su especialidad. Habíamos tenido una velada perfecta con un buen vino y hasta velas incluidas, el problema y la decepción vinieron antes de ver una película, cuando lo vi besar el collar de Arya. Con él entre sus manos le había prometido algo con una devoción que me pareció incomprensible, no entendí muy bien que fue lo que le dijo, pero sea lo que fuese, Stefan me había mentido, Arya seguía siendo igual de importante en su vida. 
No iba a mentir me había destrozado por completo, al punto en que sentí mi mundo hacerse trizas, pero no le dije nada, no sabía qué decir, más bien. Sin embargo, las dudas comenzaron a asomar en mí sin previo aviso.
Recostada en su pecho no pude evitar pensar en todo lo que había entendido y sabido hace más de un mes; y la pregunta asomó en mí tan repentinamente que mi pecho se acongojó de sobremanera. Traté de olvidarla, hacerla a un lado de mis pensamientos, pero entendí que si no lo hacía ahora, lo haría en un futuro cercano cuando esto ya no pudiese más, y que sólo debía preguntarle, porque vivir con esta duda no sería sano y por muy dolorosa que fuese la respuesta y consecuencias de aquello tenía que escucharlo de sus labios, al menos una vez.
Miré su rostro que parecía pleno de felicidad, su mandíbula esbozaba una tensión que se debía a una pequeña sonrisa; me encantaba ese tipo de gesticulaciones que sabía perfectamente solo yo notaba en él, porque era como si fuese sólo mío, y guardara este tipo de gestos solo para mí; y sí, estaba tan enamorada de Stefan como nunca lo iba a estar de nadie en la vida.
Acaricié su mejilla y con mi dedo pulgar rocé sus delgados labios, eran suaves como el terciopelo, me sonrió y lo besé con todo lo que podía entregarle, como si necesitase que entendiera que ésta quizá sería la última vez, la última en que tal vez estaríamos así, el último de nuestros besos, si las cosas iban de la horrible manera en que mi mente las había imaginado hace unos momentos atrás. Como si con ese beso pudiese decirle que ya lo sabía todo y que escuchar la horrible respuesta de su boca no iba a cambiar nada en mis sentimientos, pero que tal vez ya no iba a poder seguir con él. Entendió mi urgencia al instante, pero de una manera diferente, y lo dejé, al fin y al cabo creí que iba a ser la última vez.

Demonios: Mi Error FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora