11.

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Falté poco más de una semana y media a clases debido a que los hematomas no podía ocultarlos con nada, los días para estar en otoño estaban siendo realmente acalorados y usar bufanda no era una opción.

Mi interés estos días había estado enfocado a sólo una cosa; estudiar. Sí, sólo guías y trabajos habían estado ocupando mi tiempo, no necesitaba nada más en mi mente y la verdad había sido de gran ayuda porque en el paso de los días no había casi pensado en aquel episodio.

Stefan me cubrió en la universidad diciendo que había sufrido una caída en su casa, lo que provocó que todo el mundo creyese que estábamos juntos y aunque dije que no me importaría la verdad es que me importaba y mucho, más de lo que jamás admitiría.

– ¿Irás hoy? –Preguntó en lo que se ponía una camiseta de los Guns. Asentí–. Sabes que puedes quedarte el resto de semana en esa cama si quieres.

Negué y me levanté de aquel suave colchón. –Matt aún sigue enfadado. ¿Puedes creer que en el juego de ayer evitó darme todos los pases? –Típico en mi idiota primo. Y si lo conocía tan bien como creía, su enojo no disminuiría en bastante tiempo. Así había sido siempre, no tenía por qué ser diferente ahora.

– Es normal en él. Tú sólo evita hablarle por un largo tiempo. –Me metí en el baño y eché a correr el agua.

Me desvestí con cierto recelo, si bien los hematomas estaban disminuyendo considerablemente y me veía mucho mejor que antes el sólo mirarlos me provocaban náuseas, ni siquiera me era fácil tocarme, cerrar los ojos y evocar la imagen de Tobias era casi un ritual.

Stefan había intentado ayudarme estos días, pero no había tenido mucho éxito, el sólo sentir una mano sobre mí me alteraba a niveles catastróficos por mucho que intentara reprimirlo. Lo de Tobias estaba siendo realmente difícil, pero si no contaba la verdad no iba a poder recibir ayuda profesional y por el momento prefería que se quedase así.

– ¿Te incomoda si llegamos juntos? –Stefan golpeteó suavemente la puerta. Volví a la realidad.

– No, si hablan, démosle razones para que lo hagan. –Sentí una pequeña risa de su parte. Me terminé de desvestir y dejé que el agua me recorriese.

Quizá necesitaba ayuda profesional desde ya, ¿Qué tan normal era no poder cerrar los ojos por miedo a evocar su imagen, ni siquiera poder dormir porque esa noche se repetía una y otra vez con cada sueño? ¿Qué tan sano era no querer que nadie me tocase, incluso yo? Las respuestas eran obvias, pero para ir a una terapia debía contar la verdad y eso no iba a suceder. No por ahora.

– Hoy si vas a comer, Alex. –Me increpó Stefan al salir envuelta en su toalla del baño. Se giró enseguida.

– Sólo un poco de té, no quiero nada más. –Sacó una bolsa de una tienda conocida. Le miré extrañada–. ¿Y eso qué es?

La abrió y dejó a la vista su contenido. –Sí, te compré ropa y lo sé, no tenía por qué. Tú sólo vístete que yo bajo a preparar el desayuno, que Martha no viene hoy.

– Gracias. –Fue lo único que articulé. Me respondió con una sonrisa.

Iba a decir algo más, pero no quise. Desde hace días discutir con Stefan no era mi panorama favorito, nada lo era en realidad.

Miré el interior de la bolsa de papel, había ropa interior de color crema, el sostén era justo mi copa y las pantaletas igual, no pude evitar reír, sólo él podía saberlo. Aparté la ropa interior y tomé el jeans que se encontraba dentro, era justo de mi talla y el polerón era perfecto, cubría lo suficiente de mi cuello y era holgado. Conocía mis gustos al punto que me perturbó.

Demonios: Mi Error FavoritoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora