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Abigail.

-Nos va a encontrar- susurré nerviosa mientras le miraba.

-Sh- tapó mi boca- No lo hará- escuchamos como Edgar entró en la habitación. Estuvo correteando por unos minutos y después se largó, cerrando mi ventana.

-¿Cómo vamos a entrar ahora?- susurré, aunque quise chillar. Yo sabía que era muy mala idea recolgarse en una ventana, ya que él era un hombre lobo, pero yo no.

-Sujétate bien, ¿si?- ¿Cómo? Yo no tenía fuerza, si no me había caído ya ha sido gracias a él, que nos sujeta a los dos- Yo voy a tirarme, cuando yo te diga, te sueltas y te cojo.

-¡¿Qué?!- chillé sin importarme si Edgar nos encontraba- ¡No, no, no! ¡Está muy alto!- él comenzó a reír, haciéndome sentir cosquillas en mi nuca- ¡Para,me haces cosquillas!

-¡¿Qué hacéis ahí?! ¡¿Pero tú estás loco, Dylan?!- escuché la voz de mi abuelo Darío- ¡Bájala de ahí!

-¡Eso voy a hacer!- gritó divertido- No te dejaré que te pase nada, ¿si?- besó mi nuca, provacándome cosquillas- Cuando yo te diga- repitió y se dejó caer.

-¡Dylan!- chillé mirando al suelo, sin embargo había caído de pie, como un gato.

-¡Vamos hermosa, déjate caer!- asentí sin pensármelo y grité mientras caía hacia abajo- Te tengo- dijo cuando me atrapó. Cuando iba a soltarme, me abracé más a él, evitando así que me soltara.

-¡Eso ha sido una pasada!- chillé feliz- ¡¿Has visto, abuelo?!- ambos comenzaron a reír- ¿Podemos repetirlo? ¿Porfi, porfi, porfi?

-Ya casi es de noche, hay que bañarse- asentí haciendo un puchero- Mañana, ¿si?- chillé feliz y besé su mejilla.

-¿Qué hay de mi?- preguntó mi abuelo- ¿A mí no me vas a dar un beso?- asentí y estiré mis brazos para que me cogiera.

-¿Por qué está rota?- me bajó después de haber besado su mejilla, y señaló la puerta.

-Mi papi tiene muchas admiradoras- levanté mis hombros- ¡Voy a ver a Marroncita!- entré en la casa y me encontré con Edgar.

-¡Aquí estás!- chilló él feliz. Salió a correr a su habitación y yo le seguí. Iba a entrar en su habitación, pero me tiré encima suya, haciendo que cayeramos, aunque yo encima de él. Me levanté rápidamente y me subí en su cama.

-¡Por mi y por todos mis compañeros, por mi primero!- chillé feliz mientras saltaba en su cama- ¡Layla! ¡Dylan! ¡Os he salvado!

-¡Eres una tramposa, Abigail!- gritó enfadado Edgar- ¡Nunca, nunca, nunca más voy a jugar contigo!

-Layla, Dylan y Daemon jugarán conmigo- le saqué mi lengua y él comenzó a llorar.

-¿Qué pasa aquí?- preguntó mi mamá entrando en la habitación de Edgar- ¿Qué le has hecho ya?- me acusó.

-¿Yo? Nada- bufé molesta- Él es un llorón.

-Como tu padre- dijo mi abuelo Daemon entrando en la habitación. Comencé a reír causando que Edgar llorara aún más.

-¡No le digas esas cosas a mis hijos!- gritó mi papá entrando en la habitación. Tenía moratones por la cara.

-¿Qué te ha pasado?- le pregunté estirando mis brazos para que me cogiera. Cuando lo hizo comencé a picarlos.

-¡Abigail, quieta que duele!- apreté más fuerte y comencé a reír- ¡Oye!

-Igualita que su madre- dijo mi abuelo sonriéndome tiernamente.

-Voy a preparar el baño de mi pequeña- dijo mi mamá- Prepara el de mi pequeño- le dijo a mi papá. Éste me dejó en el suelo y salí corriendo al salón para jugar un ratito con Marroncita.

-¡Hola!- chillé feliz entrando en el salón donde estaban mi abuela Eider, Layla, mi abuelo Darío y Dylan- ¿Dónde está Marroncita?

-Con el viejo Hades- dijo mi abuela y salí a correr hacia el jardín.

-¡Hades, Marroncita!- ambos estaban jugando. Bueno, Marroncita intentaba jugar con él, pero éste no quería- Hola, Hades- lo abracé fuertemente, éste lamió mi mejilla causándome cosquillas. Yo comencé a llorar pocos segundos después.

-¿Por qué lloras?- preguntó Dylan detrás de mí.

-¿Se va a morir?- pregunté llorando aún más- No quiero que se muera.

-No va a morirse, ¿si?- me abrazó- Tu mamá lo sanará antes de que eso pase- asentí aliviada- Ahora tienes que ir a bañarte, tu mamá te está esperando.

Me despedí de Hades, Marroncita y Dylan y salí a correr. Durante el baño le pregunté a mi mamá y ella me dijo que Hades viviría por mucho tiempo, así que yo estaba feliz.

-¿Te vistes tu solita?- asentí enérgicamente- Pues voy a preparar la cena, si necesitas ayuda gritas y vengo- besó mi frente y salió de mi habitación.

-Primero mi cuello- susurré mientras pasaba la camiseta por mi cuello- Ahora una manita- recordé las palabras de mi papá cuando era más pequeña- Ahora otra manita- terminé de ponerme la camiseta de mi pijama.

Escuché la risa de Dylan detrás de mí puerta. Le saqué mi lengua a la Dylan, bueno más bien a la puerta y seguí a lo mío.

-Primero una pierna y después la otra- canté mientras me colocaba mis braguitas. Después me coloqué mis pantalones e intenté ponerme los calcetines, pero no pude- ¡¿Me ayudas con los calcetines?!- le grité a Dylan. Escuché su risa nuevamente y abrió la puerta.

-Trae, anda- se puso de cuclillas frente a mí y me los colocó- Que guapa te has puesto, ¿acaso sabías que hoy tenemos visita para cenar?

-¿Quién viene?- pregunté curiosa.

-Tu abuelo Darío se ha echado novia- me guiñó un ojo y me cogió en brazos para salir de la habitación. Iba a quejarme porque todavía tenía que peinarme, pero la curiosidad me estaba matando.

Ven a mis brazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora