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Abigail.

-¿Qué haces aquí, Lucas?- de verdad que Dylan estaba muy muy muy enfadado.

-Solo venía a desearle suerte a Abigail,¿verdad, pequeña?- me preguntó con una sonrisa malvada.

-¿Entonces eso de que ibas a matarla ha sido una alucinación mía?- Dylan me miró e hizo un gesto con su cabeza, señalándome la salida.

-Mira, Dylan. Soy un Alpha, no tienes ninguna posibilidad contra mí- salí a correr fuera de la habitación para buscar ayuda, pero Carlos estaba casi al final del pasillo por lo que dí media vuelta y volví a la habitación, abrazándome a la pierna de Dylan.

-Tengo miedo, Dylan- susurré casi al borde del llanto.

-Deberías tenerlo, chiquitina- el señor que responde por Lucas me guiñó un ojo.

-Necesito que te sientes en esa silla de ahí, tapes tus oídos y cierres tus ojos-me dijo Dylan. Asentí obedientemente e hice lo que me pidió- ¿Puedes escucharme?- Sí podía, pero quería saber de que hablaban así que negué con mi cabeza- Abigail, si has negado es que si me has escuchado.

-Lo siento- susurré avergonzada- Ya no escucho nada- en realidad sí escuchaba.

-Abigail tengo una cosa que decirte- dijo Dylan. Por un momento estuve tentada de chillar y obligarle a que me lo dijera, pero sabía que era una trampa, así que tuve que poner mucha fuerza de voluntad para hacer como si nunca hubiera escuchado esa frase- Vale, ahora si que no ha escuchado.

-Quién iba a decirlo, ¿eh?- escuché la voz de Lucas- El más mujeriego de los cuatro, enamorado hasta los huesos de una mocosa.

-El día que te conocí me pareciste buena persona, e incluso llegué a pensar que eras uno de esos tíos con el que poder bromear- la voz de Dylan me daba miedo- Después obligaste a Daemon, tu nieto, a que dejara a su mate. Debo reconocer que desde ese día, que ví a uno de mis mejores amigos completamente destrozado, tengo ganas de contribuir con la naturaleza y hacer que este mundo mejore con un hijo de puta menos.

-Que bonitas palabras, Dylan- abrí uno de mis ojos con cuidado y vi que Dylan estaba sentado en una silla con sus piernas cruzadas encima de la mesa.

-¿Sabes? Tengo un problema con la motivación- dijo poniendo sus brazos detrás de su cabeza.

-¿Y? ¿Es que ahora quieres que haga de tu psicólogo personal?- Dylan comenzó a negar con una sonrisa macabra en su rostro.

-Lo digo porque te has metido con la única persona que amo en esta vida, ¿entiendes?- se levantó de golpe- ¿Sabes lo que pasa cuando te metes con el amor de mi vida? ¡Mi motivación por matarte aumenta aún más! ¿Y qué pasa cuando estoy motivado porque me imagino tu cabeza entre mis manos?- chasqueó su lengua- ¡Sorpresa!- tiró la mesa y se abalanzó sobre Lucas.

-¡Ay, dios!- chillé saliendo a correr fuera de la habitación. Ví a Carlos interponerse en mi camino, así que solo se me ocurrió una cosa- ¡Fuego! ¡Fuego!- rápidamente salió a correr delante de mí. Menudo estúpido de mierda- Si mi papá me escuchara en este momento...- dejé caer la frase y seguí corriendo mientras reía como una desquiciada.

-¿Abigail?- preguntó Amy preocupada. La ignoré ya que consideré más importante salvar al amor de mi vida, que por cierto no sé qué es eso, pero quedó muy bonito en sus labios. Sin darme cuenta, salí al escenario y todos, absolutamente todos me miraron realmente confusos.

-Ser o no ser, he ahí la cuestión- recité la frase de un tío que no conozco, pero que la había escuchado ayer en la televisión. El público comenzó a reír- Tú, dejame eso- le quité la espada al protagonista de la obra- ¡¿Quién mata a un dragón con una espada de plástico?!- grité indignada tirándola al suelo. De nuevo escuché las risas del público.

-Abigail, sal de ahí- escuché el susurro de mi señorita.

-¡Tú dejame la escoba!- le grité a una chica que hacía de bruja. Salí a correr pero me di la vuelta para encararla- Las brujas en la vida real no vuelan, por si lo querías saber- salí a correr hacia Dylan.

En el camino me encontré a Carlos, que nuevamente se interpuso en mi camino. Lejos de detenerme, aumenté mi velocidad y golpeé su hombro con el palo de la escoba.

-¡Ah!- gritó tirándose al suelo.

-¡Magia!- le grité sin detenerme. Entré en la habitación y todo estaba destrozado, pero ninguno de los dos estaba en su forma lobuna, aunque Lucas estaba sobre Dylan- ¡Ahora verás Alpha de pacotilla!- le dí un escobazo en toda la espalda. El palo de la escoba se rompió y Lucas ni siquera pestañeó- ¡Espera que he visto un extintor fuera!- Dylan aprovechó la distracción que había causado y se abalanzó sobre Lucas. Corrí hacia el extintor e intenté descolgarlo, pero pesaba demasiado.

Carlos vino corriendo haciendo muecas por el hombro herido. Como plan B cogí la boquilla y cuando estuvo lo suficientemente cerca de mí, apreté y lo maché de espuma blanca.

-¡Muere!- apreté otra vez y más espuma salió- ¡Lucas Ven aquí que tengo una sorpresa para tí!- grité mientras seguía echándole espuma a Carlos, quien intentaba en vano dejar de tragar la espuma. Pocos segundos después la espuma se agotó- ¡Mejor no vengas!

-¡Abigail!- gritaron todos viniendo hacia mí- ¡¿Y Dylan?!- gritó mi papá.

-¡Allí!- sin querer apreté de nuevo y la espuma salí disparada a su cara- Vaya pues sí que quedaba- los demás comenzaron a reír por unos instantes pero después fueron al rescate de Dylan.

-Suelta eso, demonio- dijo Edgar- Eres demasiado peligrosa.

-¿Quieres que te riegue, arbolito?- pregunté guiñándole un ojo. Ambos comenzamos una guerra y terminamos empapados en espuma blanca.

-¡Abigail!- chilló mí mamá- ¡¿Estás bien cariño?!- me abrazó sin importarle mancharse de espuma.

-Sí, mamá- susurré correspondiendo a su abrazo. Cuando me soltó salí a correr hacia la habitación. Papá y mi abuelo Daemon tenían agarrado a Lucas y mi otro abuelo John estaba pegándole- ¡Dylan!- chillé corriendo a sus brazos. Éste me cogió en sus brazos y así pude abrazarlo fuertemente.

-¿Estás bien, hermosa?- preguntó preocupado.

-Sí- susurré llorando- ¿Y tú?- me separé de él.

-Yo estoy bien si tu lo estás- besó mi frente- ¿Qué haces bañada en espuma?- rió de esa forma tan especial que me hacía sentir genial.

-He combatido a Carlos con la espuma del extintor- dije orgullosa- Y después Edgar y yo hemos hecho una guerra de espuma.

-Has sido muy valiente, ¿Sabes?- susurró en mi oído provocandome cosquillas- Si no le hubieras dado con la escoba no hubiera sido capaz de vencerle.

-Por el amor de mi vida, lo que sea- susurré avergonzada.

Ven a mis brazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora