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Dylan.

Ya es la tercera vez que casi me cae de la cama. Abigail lleva dando vueltas desde que se tumbó a mi lado, hace como una hora. Me abraza y siento que tiene mucho calor, pues está sudando.

-¿Estás bien, hermosa?- le pregunté nervioso al escuchar su corazón latir cada vez más rápido. Toqué su frente y estaba sudando.

-No- se quejó haciendo una mueca.

-¡Javier!- grité histérico mientras encendía la luz. Él rápidamente se despertó y se incorporó abruptamente- ¡Cuídala un momento!- salí a correr hacia la habitación de Abigail y entré- Edgar, ¿Estás bien?

-No- encendió la luz y estaba exactamente igual que Abigail- ¿Ella está bien?- negué repetidas veces y salí a correr hacia la habitación de Alexia.

-¡Alexia!- entré sin llamar y encendí la luz. Tony y Daemon estaban tirados en el suelo, dándose la espalda mutuamente. Alexia se despertó asustada, e incluso hice llorar a la pequeña Sophie- ¡Abigail! ¡No sé qué le pasa!- ella, junto a Tony y Daemon salieron a correr a mi habitación, seguidos por mí.

Al entrar, Javier estaba maldiciendo por lo bajo y Hades estaba emitiendo pequeños gemidos de dolor, sentado en mi lado de la cama.

-¿Qué te pasa, lentejita?- preguntó Tony casi al borde del llanto- ¡Abigail!- chillamos los tres a la vez.

-Se ha desmayado- susurró nervioso Javier mientras tiraba de su pelo. Tony salió a correr fuera de la habitación.

-Hay que llevarla al hospital- dije acercándome a ella- Abi- golpeé su mejilla suavemente- Abi, hermosa- Joder, quiero llorar.

-Edgar está despierto- dijo Tony entrando en la habitación- Así que es Abigail- asentí y la cogí en mis brazos.

-Javier, despiértalos a todos para que te ayuden a cuidar de los niños- susurró Alexia llorando- Vámonos ya- salimos de la habitación apresuradamente y nos encontramos con un débil Edgar.

-Vamos al hospital- Dijo Alexia intentando no llorar delante de él. Tony lo cogió en sus brazos y bajamos las escaleras.

Mientras aseguraba a los pequeños, Alexia le daba instrucciones a Elisa y Alejandra para que cuidaran de los pequeños.

-¡Avisad cuando sepáis algo!- chilló Daemon mientras terminabamos de cerrar la puerta del coche.

El trayecto fue demasiado largo e inquieto. Llegamos al hospital, que gracias al cielo estaba casi vacío, y unas enfermeras vinieron corriendo hacia nosotros.

-Se ha desmayado, tiene el pulso acelerado y...- Alexia rompió en llanto de nuevo. Se la llevaron corriendo a una sala y una médica las siguió.

-Se pondrá bien, ¿verdad?- susurró Edgar mientras lloraba en el hombro de su padre.

-Hola- un médico se acercó a nosotros con una pequeña sonrisa- ¿Es tu hermanita?- asintió- Tú tampoco pareces bien, vamos a revisarte, ¿si?- negó repetidas veces- ¿No quieres verla? Puedo revisarte en la misma habitación que ella, si lo que te preocupa es no poder cuidarla- rápidamente se bajó de los brazos de Tony y siguió al doctor, que entró en la misma en la que antes había entrado Abigail.

-Como le pase algo...- dejé caer la frase mientras me sentaba en una de esas sillas que estaba en la sala de espera.

Pasó una hora en la que yo me había mordido todas las uñas de ambas manos, había peleado con Tony, y algunas enfermeras porque no querían decirme nada sobre mí Abigail.

-¿Por qué mierda no salen?- escupí furioso mientras tiraba de mi pelo- Esto es desesperante.

-Lo sé- susurró Alexia con voz ronca de tanto llorar- ¿Y si les pasa algo malo y por eso no nos dicen nada?

-No- le dije mientras la abrazaba- No digas esas cosas- Tony dejó de mirarnos para tapar su cara con sus manos.

-Hola- escuchamos la voz de la doctora que había salido a correr para atender a Abigail. Rápidamente nos levantamos- Lo primero de todo, deciros que la niña está muy bien- comencé a llorar de la alegría- Tuvo una bajada de azúcar en la sangre, para que lo entendáis rápidamente- asentimos haciendo una mueca- Desde que se ha despertado he podido observar que es hiperactiva y es algo normal lo que le ha pasado, pues no para quieta y su cuerpo gasta la glucosa demasiado rápido.

-¿Puedo ver a mi niña?- preguntó Alexia.

-Sí, pero quiero que sean unos minutos ya que quiero hablaros sobre el nuevo tratamiento que deberá seguir- ambos me miraron y yo les hice una seña para que fueran a verla. Ellos prácticamente salieron corriendo a la habitación- ¿Tú eres Dylan?

-Sí- afirmé confundido mientras ella me miraba divertida.

-Abigail no ha parado de preguntar por tí desde que se ha despertado- unas cuantas lágrimas más se me escaparon- Te has llevado la lotería con esa niña, es muy cariñosa y algo autoritaria- comenzó a reirse de repente- Obligó a Edgar a abrazarla durante un rato, hasta que se cansó y le dijo que no era tan blandito como tú- Ahora fui yo quien comenzó a reír.

-Ya estamos aquí- ambos tenían sus ojos aún más rojos, síntoma de que habían estado llorando aún más- Pregunta por tí, creo que deberías ir antes de que se lo lleve todo por delante para venir a verte- salí a correr sin perder ni un minuto más.

-No quiero, es mi piruleta- la escuché hablar antes de abrir la puerta- ¡Dylan!- chilló feliz. Las enfermeras se giraron para verme y comenzaron a reír- ¡Mira, me han dado una piruleta!- Edgar se la quitó de su mano y comenzó a bobosearla- ¡Era mía!

-Toma- quiso entregársela pensando que la rechazaría por su saliva, sin embargo se la quitó.

-¿Crees que me pegará algo?- le preguntó a la doctora- ¿Tienes agua? Quiero enjuagarla un poco- sin aguantar más caminé hacia ella y la envolví en mis brazos, tomándola completamente desprevenida.

-No me vuelvas a hacer esto, Abigail- susurré rozando mi nariz en su cuello- Me enfadaré mucho la próxima vez.

-¿Mostrarte mi piruleta? ¿Qué hay de malo mostrarte mi piruleta?- preguntó llevándosela a su boca- Ya no hay piruleta, no puedes enfadarte conmigo- las enfermeras y yo comenzamos a reír.

-Ya nos podemos ir- Alexia estaba llorando otra vez, por lo que supuse que había visto toda esta escenita que he montado.

Durante el camino ambos hermanos se quedaron dormidos, y justo cuando aparqué el coche delante de la casa, Darío nos imitó.

-¿Cómo está?- preguntó saliendo del coche apresuradamente- Hemos venido lo antes posible al enterarnos de lo que ha pasado.

-Una bajada de azúcar que para una niña de cinco años es más fuerte que para un adulto- le explicó Alexia bajando del coche- ¿Traéis a la niña?- En ese momento Carolina bajó del coche con una hermosa niña de seis meses.

Después de unos minutos charlando, saqué a Abigail en mis brazos y entré en la casa, donde nos esperaban todos en la entrada.

Me dejaron pasar por las escaleras y después a Tony con Edgar dormido en sus brazos. Cuando íbamos por la mitad escuchamos un ¡Ay, dios! Por parte de Javier, que miraba a la niña que Carolina traía en brazos.

Ven a mis brazos ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora