Capítulo 10

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Las horas fueron pasando cada vez más rápidas, Abraham le enseñó a Cupido como ver más allá de las personas, ella nunca se había detenido a pensar en eso y de alguna manera le ayudó a ser mejor su trabajo.

Llegaron a una colina alejada de todo el bullicio de la ciudad de Nueva York. Estaban a las afueras de la ciudad y ahí era un lugar pacífico. Era raro que estando ahí, en contacto de la naturaleza sigan estando en la misma ciudad.

–Supongo que si me enseñaste cosas nuevas de la ciudad. –Comentó ella sin despegar la hermosa vista que tenía. –Nunca había visto a las personas de ese modo.

Abraham no contestó al instante, quería que ese momento se quedara congelado para siempre, algo en ella lo hacía sentir bien y sano. Y eso le gustaba.

–¿Por qué tienes esas alas? –Le preguntó siendo más directo de lo que pretendía.

–Abraham, lo he pasado muy bien hoy... –Cupido se giró hacia él para poder mirarlo, sin embargo él la interrumpió.

–Lo siento, no quise incomodarte, fue mi curiosidad.

–No se lo he dicho a nadie. –Dijo ella de repente, ya no lo miraba, su vista estaba plantada en el espectáculo del amanecer, lo primeros rayos del sol aparecieron y le iluminaron el rostro. –La verdad es que esto nunca me había pasado, yo solía ser invisible para los ojos humanos desde siempre, solo los niños y animales me podían ver... hasta que apareciste, no sé cómo lo haces, peri puedes verme.

–No estoy entendiendo nada, Ariadna.

–Mi nombre no es Ariadna. –Su vista se clavó en la del muchacho. –Abraham, soy Cupido.

El amor de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora