Capítulo 21

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Eran en total cuatro hombres con alas más grandes que las de Cupido, llevaban su carcaj lleno de flechas doradas y plateadas junto con su arco.

Abraham abrió la ventana con cuidado de no ser tan apresura y ellos le hagan algo. Savir no entendía nada y su mirada estaba perdida en la ventana. Yo me quedé inmóvil mientras que su novio actuaba.

–Cupido. –Dijo uno de los hombres dirigiendo su vista hacia mí.

– ¿S–sí? –Pregunté un tanto intimidada.

Nunca había visto a esos Cupidos, pero estaba segura de que eran del consejo y por sus caras pareció no ser que me darían unas merecidas vacaciones por mi trabajo.

–El consejo te busca. –Dijo otro con voz ronca y profunda.

– Bien. –Contesté comenzando a caminar hacia la ventana donde ellos esperaban fuera.

– ¿Qué? ¡Cupido! –Protestó Abraham abriendo los ojos e intentando que me quede.

Mi corazón se encogió.

Los cuatro Cupidos lo miraron con intriga al darse cuenta de que el humano joven podía verlos.

–Tranquilo –lo animé–estaré bien.

Y sin decir nada más salí de la habitación de Savir. Ni siquiera me había despedido de él lo que me hizo sentir aún peor.

Volamos por el cielo, los cuatro me habían rodeado y yo apenas podía ver, solo me guiaba por ellos.

Vi como en una nube alejada, un enorme edificio tomaba forma y docenas de Cupidos volaban alrededor. Nos detuvimos y comenzamos a caminar hacia la entrada del enorme edificio, en realidad parecía más a un templo con columnas blancas, las estatuas y el altar. En total habían cuatro estatuas. Estaba Afrodita –la madre de Cupido– en una esquina; Ares –el padre de Cupido–, en otra; Anteros –el hermano de Cupido y dios de la pasión –en otra esquina; y por último estaba el primer Cupido en el centro.

El consejo estaba al fondo de todo, me colocaron frente a ellos.

–Cupido de la zona de Nueva York –dijo uno de ellos – ¿está bien tu zona? ¿Confortable? ¿Quisieras un cambio?

–Consejo, muchas gracias por su interés, pero mi zona está bien. –Contesto de la manera más educada posible.

–Iremos al grano –dijo otro que parecía una mujer –Cupido, ¿has tenido algún contacto con un humano? ¿Algún tipo de relación?

Dudé en responder con la verdad, pero ellos eran el consejo y de todas maneras lo sabían.

–Sí.

– ¿Cómo es eso posible?

– No lo sé.

Un murmullo se extendió por todo el lugar, todos cuchicheaban sobre eso y me molestó de alguna manera.

– ¡Silencio! –Pidió el que estaba a cargo del consejo –Cupido, por alguna razón, somos invisibles a esos ojos.

–Lo sé.

– Cupido no puede enamorarse, nosotros somos lo que hacemos que los humanos se enamoren.

– Pero el primer Cupido lo hizo, se enamoró...

– Esta reunión ha acabado. –Dijo este interrumpiéndome. –Cupido, te pedimos que dejes a ese humano, nos pones en peligro de ser descubiertos y también pones en peligro tu vida. Puedes retirarte.

Y antes de que pudiera preguntar algo, me sacaron.

¿Poner en peligro mi vida?

El amor de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora