Capítulo 30

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Pueden poner la canción que está en multimedia (Like I'm gonna lose you) es un capítulo largo a comparación de los demás y espero que les gusté (aunque luego me quieran matar por ser tan mala)

Era un día triste, hasta parecía que el clima también estaba de luto por la muerte de Abraham. Todos estaban vestidos de negro, hasta la misma Cupido llevaba un vestido otoñal hasta la rodilla, ya no se tenía que preocupar por sus voluminosas alas ya que pocas quedaban y se podían ocultar. Sus ojos estaban tan rojos e hinchados que parecía que no había dormido hace un año y todo ese tiempo se lo había pasado llorando, lo que no estaba tan lejos de ser verdad, puesto que después de que el doctor saliera a decirles a horrible noticia, Cupido no había parado de llorar. Los padres de Abraham se ofrecieron a llamar a sus padres para que la llevaran, sin embargo ella dijo que vivía sola y Marie no se le ocurrió mejor idea que invitarla a su casa. Cupido accedió, necesitaba estar cerca de algo que le recordara a Abraham ya que ya no podría estar cerca de él. Se acostó en su cama y desde ese momento no pudo dormir hasta el día de su funeral.

Más de dos docenas de personas estaban ahí, Cupido apenas conocía a tres, se sentía ajena. El sacerdote decía algunas palabras que ella no escuchó porque su mente no paraba de evocar recuerdos con Abraham y sus ojos no dejaban de mirar el cajón marrón con muchas flores donde estaba su novio. Muerto.

Sintió cómo las lágrimas comenzaron a caer por enésima vez por sus mejillas, ya ni se molestó en limpiárselas, no serviría de nada, seguirían saliendo sin pedir permiso. Su arco y su flecha estaban con ella. Era casi imposible creer que ellos dos se habían llegado a amar sin utilizar esas flechas.

Tuvo que salir de sus pensamientos cuando sintió que alguien le tocaba el hombro para llamar su atención, Cupido se giró pasándose una mano por la cara.

– Ya es hora de despedirnos por última vez, cariño. –Dijo Marie, la madre de Abraham, con la voz entrecortada y con los ojos y la nariz tan rojos como los de Cupido.

– Está bien. –Su voz salió ronca.

Se puso de pie y siguió a Marie hasta llegar al ataúd.

Abraham parecía dormido, estaba tan tranquilo, tan cuidado, tan lindo, tan perfecto que no parecía que estaba muerto. El corazón de Cupido se oprimió. Tenía un traje y su cabello iba perfectamente peinado, por un momento, ella pensó que si le decía que despertara, él lo haría para luego la besaría y decirle lo mucho que la amaba. Lo deseó demasiado. Claramente, eso no pasó.

– Tal vez fue poco tiempo, pero te amé Abraham Pitch. –Dijo cuando ella estaba al frente de él y las personas a su alrededor se habían ido. –Pensé que Cupido nunca podría enamorarse, pero tu lo lograste, no sé cómo... –dio un respiro para no romperse en ese instante –eras especial, Abraham, no solo por poder ser el único que podía verme, tú me ayudaste a ser mejor Cupido. –Su corazón volvió a apretarse y las palabras se atracaron en su garganta. –Te amo, Abraham Pitch y siempre lo haré.

Su espalda picó y sintió cómo la última pluma que tenía de lo que alguna vez fueron sus hermosas alas, se había caído, no dudó cuando la dejó al lado del cajón junto a una flecha dorada, una flecha de amor.

Bajó la mirada y volvió a su lugar y vio cómo el ataúd de Abraham descendía hasta quedar tres metros bajo tierra y las personas comenzaron a echar más tierra para, finalmente, enterrarlo.

Las personas se fueron y solo quedaron la familia de él, Savir y ella.

El muchacho se acercó a Cupido.

– La Vida es una perra y ni qué hablar de su amiga la Muerte. –Comentó cuando estaba a su costado.

– No tenía que morir. –Susurró ella.

– A todos les toca su tiempo ¿cierto? –Se quedó callado por un momento y cuando Cupido pensó que ya no diría nada más, lo hizo. –Hasta los inmortales.

Ella se giró hacia él al instante.

– ¿Qué quieres decir?

– ¿Abraham no te lo dijo? –Inquirió y al ver que ella no respondía, lo entendió. –No te lo dijo.

– ¿Decirme qué? –Insistió Cupido.

– El por qué yo te pude ver, sus padres y todas las personas, el por qué se te caen las plumas. –Contestó Savir bajando la mirada. –Cupido, el amor nos hace humanos.

– Claro que hace más humanos a los humanos.

– También a los seres como tú. –Savir soltó un gran suspiro antes de continuar. –Cupido, te has vuelto humana.


El amor de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora