Capítulo 16

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Quince habían sido los días que Abraham pasó sin ver a Cupido, quince días en los que no dejaba de pensar en su "despedida", quince días en que su madre lo molestaba e insistía en traer a la "chica" a casa. Quince días en los que se había quedado en casa por si ella aparecía por el balcón con sus majestuosas alas.

Hasta que sus pensamientos se hicieron realidad.

Se lo había imaginado tantas veces que pensó que era otra de sus fantasías y demoró en darse cuenta que en realidad alguien estaba tocando el cristal de la puerta. Fue a abrirla.

–Hola. –Había dicho ella intentando sonreírle.

–Hola. –Contestó Abraham sintiéndose feliz por verla de nuevo.

–Disculpa por no haber venido antes... tuve mucho trabajo. –Mintió.

–No te preocupes, lo importante es que viniste.

Cupido no podía contra tanta bondad y perfección de humano.

– ¿Quieres pasar?

–Seguro.

Abraham se puso a un lado de la puerta para dejar que el cuerpo y las enormes alas de Cupido entren. Estaba nervioso, tal vez ella no había ido por el beso que le había robado. Tal vez debió haber hecho eso.

Cupido se quedó parada, mirando al rededor en el centro de la habitación.

–Lo siento por lo de la otra vez. –Dijo sin previo aviso Abraham causando que Cupido se quede sin palabras.

–No... No te preocupes, ya pasó, se ha quedado atrás. –Cupido le da una sonrisa convincente, sin embargo ella ni siquiera está de acuerdo en dejarlo atrás.

–Es que yo no quiero olvidarlo –dice tímido Abraham –Cupido, sé que es una total y completa locura, pero tú me haces feliz, me haces bien.

La chica alada dejó caer su boca por la sorpresa.

–No creo que sea esto adecuado, Abraham.

–Creo... –Abraham se quedó callado un momento –creo que estoy enamorando de ti.

– ¡No! –Cupido gritó, un grito lleno de desesperación, que lo hizo asustar. –No puedes enamorarte de mí, no puedes enamorarte de Cupido –su mirada era desafiante y amenazadora –esto es tonto, ni siquiera deberías verme.

– ¡Pero lo hago!

– ¿Abraham? ¿Está todo bien? –Era su mamá, lo había escuchado gritar y si lo hacía de nuevo era muy probable que iría.

–Puedo verte ¿sí? Tal vez sea por algo el poder hacer esto.

–Cupido no puede enamorarse.

–Tal vez te equivocas.

– ¿Enseñaras a enamorarme? ¿A Cupido? –Inquirió escéptica.

–Se aprende a enamorar. –Ella rodeó los ojos y él avanzó a ella para estar frente a frente. – Lo sé, si se puede.

–Yo soy la de las flechas y el arco.

–Y yo seré el que descubrirá el amor de Cupido.

El amor de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora