Capítulo 14

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Ni Abraham mismo creía lo que había hecho. Había sido un gran impulso que no pudo controlar. Estar de Cupido tan cerca, poder verla –porque ella era algo lindo de ver como una fotografía en un café –, poder tocarla y en ese momento, besarla.

Abraham se había metido rápidamente a su habitación y cerrado la puerta por si había alguna represalia. Dentro estaba Piscis, esperándolo como siempre, acarició su suave pelaje antes de tirarse otra vez a la cama.

–Esta ha sido la mejor noche de toda mi vida, Piscis. –Le dijo cerrando los ojos y recordando todo lo que había pasado.

¡Había volado! ¡Con Cupido!

Apostaba todo el dinero del mundo que nadie había probado algo así, eso era más de lo que podía pedir en su deseo para los niños con cáncer.

Sin darse cuenta, Abraham se quedó profundamente dormido. Claro, hasta que su madre decidió despertarlo.

– ¡Abraham, el desayuno está listo! –Grito a todo pulmón como era costumbre.

Si Abraham hubiera dormido las horas que siempre dormía, no le molestaría que su madre hubiera gritado y despertarlo, pero 1) él había estado recorriendo la ciudad durante la noche y 2) apenas había dormido dos horas.

Se tapó la cabeza con una almohada, sin embargo sabía que eso no haría que su madre lo deje dormir. Estaba perdido.

Hizo un sonido gutural antes de ponerse de pie, ir al baño a lavarse la cara y los dientes, y elegir un conjunto de ropa para que su mamá no sospeche de absolutamente nada.

Fue al comedor donde su madre estaba sirviendo los huevos revueltos en su plato. Le sonrió como modo de saludo, ella iba a hacer lo mismo, pero frunció el ceño.

–Buenos días, mamá. –Dijo Abraham esbozando ahora una sonrisa nerviosa.

–Abraham Hamilton Pitch ¿tienes algo que decirme? –Su madre pocas veces usaba su nombre completo sino era por algo malo.

– ¿Por qué lo preguntas, mamá?

–Tus ojos brillan, tienes una cara de sueño espantosa ni qué decir de tus ojeras, te has puesto el suéter que tu abuela te tejió y que odias y te has arreglado ¿qué ha pasado? ¿Rompiste algo? –Dijo su mama cruzándose de brazos y acercándose al muchacho.

– ¿Queeee? –Abraham rio nervioso. –¿Que dices?

–Abraham, cariño, te he dicho mil veces que tú no sabes mentirme. –Rodó los ojos y miró hacia su habitación. –John, ¿ya terminaste de arreglarte?

El padre de Abraham salió de su cuarto listo para el trabajo.

– ¿Notas algo raro en nuestro hijo?

–No, yo lo veo muy normal. Hola, Abraham.

– ¿Quién es ella? –Lo había esperado y su madre ya se lo había preguntado, su padre se volvió hacia él, curioso.

–No hay ningún "ella".

–Abraham...

–Solo es una amiga.

– ¡Muy bien, campeón!

– ¡John! Quiero conocerla, como se llama, padres,...

–Mamá, no somos nada.

–Eso puede cambiar, cariño.

Y Abraham estaba ansioso por eso.


El amor de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora