Capítulo 26

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–No podía dejarte. –Dijo ella esbozando una sonrisa y sintiendo como una lágrima se resbaló por su rostro, Cupido la quitó rápidamente. –Me preocupaste demasiado.

–Lo siento. –Susurró él sintiéndose arrepentido.

La muchacha casi corrió para llegar donde estaba Abraham con todos los aparatos y cables en su cuerpo. Lo abrazó con sumo cuidado de no desconectar nada y no causarle ningún dolor a su novio.

–Bueno, nosotros los dejamos solos. –Dijo John, tomando a su esposa de la mano y llevándosela con él hacia fuera.

Abraham Y Cupido les dieron una sonrisa de agradecimiento.

La pareja cerró la puerta cuando salieron y Cupido se sentó a un costado de la cama de su novio.

– ¿Cómo estás? –Preguntó con algo de temor.

–Estoy bien, aunque ahora mejor –la miró y ella no pudo evitar sonreír –pero tendré que quedarme un tiempo aquí.

– ¿Un tiempo? –Cupido sonó confundida y su sonrisa desapareció casi al instante. – ¿Cuánto tiempo?

Abraham soltó un largo suspiro antes de volver a hablar.

–No lo sé, Cupido, no me lo dijeron. –El muchacho pensó en decírselo o no. –Escucha... no quiero cometer el mismo error que antes así que te lo diré.

Cupido se acomodó mejor en la cama y se inclinó para escucharlo mejor, tomó su mano y la entrelazó con la de ella.

No sabía que pensar, el rostro de Abraham era pura tranquilidad y eso no ayudaba a imaginar lo que podría haberle dicho. Abraham era tan perfecto que hasta en los peores momentos que él pasaba, trataba de sonreír, aún conectado a esas máquinas y estando en una cama de hospital, la hacía sonreír.

–Pero antes quiero decirte que yo... –Abraham se mordió el labio inferior como un acto de nerviosismo –yo te amo, Cupido.

Los ojos de ella se abrieron como si se fueran a salir en algún momento, pero luego se relajó. Era la segunda vez que se lo decía, pero la primera fue más bien como una indirecta y no se lo había dicho tan directo como en ese momento.

Cupido sonrió.

–Yo también te amo, Abraham.

– Sabiendo que ambos nos amamos –ella rio y él sintió música en sus oídos –vienen las cosas no tan bonitas... me quedaré aquí hasta que la hora.

– ¿Hora de qué? –Preguntó ella sin entender.

– Hora de morir, Cupido.



El amor de CupidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora