Ni hombre ni amante

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Si hacia una lista de todas las cosas que no había hecho antes de el inicio de este año, y todo lo que había hecho de un tiempo hacia acá, la lista seria larga.

No sabia si lo que me inyectaban era droga o algún tipo de medicamento muy fuerte que me dejaba noqueada, pero sencillamente era una muñeca gigante sin voluntad. Era absolutamente frustrante.

La inconsciencia volvía a jugarme una mala pasada. Seguramente allá arriba en el cielo se divertían de lo lindo con una especie de control remoto o lápiz celestial escribiendo el curso de mi vida.

–– Hey Dios, ¿estas ahí? ––Pensé.

Contra toda lógica, me imagine que Dios me respondería de la misma forma en que lo haría Antonio. Después de todo no me he estado portando muy bien, era comprensible que quisiera mandarme directo al infierno con un boleto de ida y sin retorno.

–– ¿Que quieres humana? ––respondió.

––Deja de ser cruel conmigo, ¿por que me pasan estas cosas? ––gemí.

Casi lo imagine encogiéndose de hombros.

––Por que eres estúpida.

Abrí la boca y me ahogue con mi propia saliva. Tosí como una demente en busca del oxigeno, y note que el pecho no escocia como antes. En este delirio no estaba golpeada, prefería esta realidad.

––¡¿Pero que clase de respuesta es esa?! ¡Se supone que eres buenobondadoso y amoroso! Ni siquiera los ángeles dan ese tipo de respuestas.

Soltó un bufido.

––¿Y tu a cuantos ángeles conoces?

––A ninguno ––gruñí, me había atrapado–– Creo que omitieron un par de cosas de tu personalidad en la Biblia.

Dios era mas mordaz y sarcástico de lo que pensaba. ¿Donde quedaba el anciano de barba larga y mirada llena de amor que describían los libros? Todo era una farsa.

Mira mis brazos sanos. Mi boca estaba sana y no había señal de trauma ni ninguna otra herida en mi cuerpo. La realidad cayo aplastante sobre mi y me sentí estúpida por no haberme dado cuenta antes.

Era obvio. Estaba muerta.

¡Estaba muerta! Sentí un nudo en la garganta y quise llorar, llorar mucho y no parar nunca. Había muerto... en realidad estaba pasando. ¿Como no me había dado cuenta antes? Estaba tan claro. Me encontraba sentada en una cama blanca en una habitación completamente blanca, ¡por supuesto que estaba muerta! ¿Estaba en el cielo?

––Dios, ¿sigues ahí?

––No es como si tuviera muchos lugares a donde ir, yo los cree todos ––su voz resonó potente en mi cabeza. Era ilógico, nunca pensé que al morir tuviera el poder de la telepatía.

––Estoy... muerta... ¿verdad?

––Hmmm... hay muchas formas de morir Natalia.

Solloce. Era innegable, estaba muerta. Por eso no sentía los golpes, ni el peligro y por supuesto no estaba a punto de ser violada por ese malnacido.

Aprendiendo a Seducir (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora