Loteria Genetica

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¿Me quiere o no me quiere? Me quiere… se acabaron los pétalos. No me quiere. Incluso la Margarita silvestre me daba una respuesta. Deje que mis labios se curvaran con genuina amargura. ¿Cuanto tiempo había pasado? ¿Una hora? ¿Un día? ¿Una semana? ¿El Apocalipsis Ninja? Solté un bufido. Ya quisiera que el tiempo pasara rápido, pero era una regla general de la vida que cuando peor estas mas lento pasan los segundos. Mire en el suelo los restos de la Margarita, la misma que había arrancado del jardín de la plaza mientras nadie me veía, seguramente se la había orinado un perro pero en ese momento me importo poco.

Recorrí la estancia con nostalgia, recordaba con demasiada nitidez la ultima vez que había estado aquí. Mi traslade al día en que había montado aquella absurda y ridícula escena con Matias. Moví la cabeza de un lado a otro con triste resignación, las cosas eran muchísimo mejores en ese tiempo, al menos lo tenia a el a mi lado. Toque mis labios con mis dedos y cerré los ojos con fuerza. En un acto de puro masoquismo baje por un momento las barreras que había construido al rededor de la cordura y de mi corazón. Recordé el toque suave de sus labios, el roce caliente de sus manos y lo bien que se sentía poder recorrer todo su cuerpo sin ninguna mentira de por medio. El calor abrasador que desprendía su cuerpo meciéndose sobre el mio, la fuerza de sus caderas al fundirse con mi piel…

Mi labio inferior tembló y aunque era demasiado tarde, intente erguir las barreras de nuevo. Bloque a bloque arme la pared que escasamente se mantenía en pie. Era difícil, era muy difícil. Es como si de la noche a la mañana, la alegría se hubiera esfumado del planeta, un planeta de Dementores y mi hogar era Azkaban.

Había pasado una semana desde se había ido de mi casa confesándome que era un asesino, que había robado la vida de otra persona. ¿De verdad lo había hecho? ¿Se había atrevido a cobrarse una vida? ¿Porque? ¿Quien? La pregunta mas importante me acuchillaba el pecho con fuerza titánica, ¿que debía hacer yo? ¿Simular que no paso nada, que nunca me dijo mientras desayunamos en el jardín del instituto? ¿Debería decírselo a alguien? Mi pecho se estrujo ante la idea, era inútil, nunca seria capaz de delatarlo y exponerlo a una vida larga en prisión. Lo amaba, aunque quisiera sepultar ese sentimiento en una base nuclear y erradicarlo con ácido muriático, lo amaba y eso no cambiaría.

Las hojas de los arboles crujían al contacto de mis zapatos y la oscuridad se cerraba sobre mi. Era un mar de pensamientos y sentimientos. Aun ardía en mi alma el golpe de Matias. Aquel día cuando se fue de mi casa me dejo destrozada, ese había sido el golpe final y yo a duras penas me arrastraba agonizante por la calle. Era patético. Estaba herida, dolida, molesta, decepcionada y por mi mente habían pasado mil formas de vengarme, de destrozar su orgullo así como el lo hizo conmigo. De provocar su ira y sus celos. Pero no sabia como, y además me dolía hacerle daño, después de todo era una estúpida puritana.

Alcance a ver la fachada de mi casa. Apresure el paso y cuando por fin estuve frente a ella, introduje las llaves en la cerradura. Mis manos temblaban como el frío y solo ahora me daba cuenta. Solté varias maldiciones por mi repentina incapacidad de abrir la jodida puerta. La noche se cerraba aun mas sobre mi cabeza y mañana tenia que ir y enfrentar todo lo que tenia una semana posponiendo. Había llamado al director e inventado una recaída de los nervios para ausentarme una semana. ¿Porque lo había hecho? Por el motivo que movía mi vida últimamente, por Matias. Conocía perfectamente mis limitaciones y sabia que era incapaz de enfrentarlo tan pronto. No cuando aun podía sentir incomodidad en mi interior, en ese lugar tan intimo donde había estado el. No cuando aun eran visibles sus mordiscos sobre mi cuello y la piel de mis senos. Era imposible. Ni siquiera me creía capaz de sostenerle la mirada a pesar de que moría de ganas de hacerlo poner de rodillas y suplicarme que le regale siquiera un beso.

No estaba segura de si le tenia miedo. ¿Sentiría esa amenaza y nervio al quedarme sola con el? ¿Con un asesino? No, no podía. Para mi no era ese cruel y terrible hombre capaz de matar. Para mi era Matias, era mi Matias. Finalmente, la puerta cedió ante el girar de la llave y el calor de mi hogar me abrazo. La cocina, los muebles, los cuadros y las paredes se encontraban exactamente igual a como los había dejado tan solo unas horas antes. Ya estaba cansada del silencio y la soledad de las paredes. Había ido a visitar a Marijo varios días a una casa de su tía. Las heridas de su cuerpo estaban sanando y, luego de tomar mucho hierro, ácido folico y otras vitaminas se encontraba lozana y el bebe en su vientre iba creciendo a pasos agigantados. Era un milagro que hubiera sobrevivido a las brutales golpisas de Carlos y a las violaciones a las que estuvo sometida la joven, porque eso no era sexo rudo, era una violación en toda la extensión de la palabra.

Aprendiendo a Seducir (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora