Y despues, todo se salio de control.

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–¿Que?

Incapaz de poder esconderme por mas tiempo, levante la vista hacia él que me miraba horrorizado. Sus ojos negros brillaban negándose a lo que acababa de escuchar ¿Tanto le molestaba saber lo que sentía por el? Matias me devolvió la mirada mientras que se llevaba una mano al cabello y se lo peinaba y halaba a la ves, derrochando frustración y desespero en sus movimientos. Sus ojos se debatían entre la conmoción y el impacto.

Se veía torturado, herido y mucho mas. Yo me encontraba temblando como una hoja, el estado de mi cuerpo era indeterminado y yo no sabia realmente como era capaz de mantenerme en pie y como podía mirarlo. Tal ves se debía al hecho de que ya no podía soportar mas esta situación, lo miraba desesperada y con el corazón en la boca. No sabia que esperar a continuación y aun el corazón me palpitaba en las sienes, ¿seria rechazada? ¿A que se debía lo que el había dicho?

Las sacudidas de mi corazón amenazaban con alcanzar su grado de infarto en poco tiempo. Me sentía arrugada como una pasa y mas vulnerable y débil que nunca. Solo bastaba unas finas y contundentes palabras pronunciadas por los labios se Matias para que todo se acabara.

Increíblemente observe como Matias comenzaba a inclinarse en un extraño ángulo, y luego lo hacia toda la habitación con el. Mientras caía como efecto ineludible de todo lo que había tomado, le vi acercarse a mi eliminando el poco espacio que nos separaba, sus manos me rodearon y nuestros cuerpo se pegaron de nuevo.

El calor que emanaba su cuerpo me volvió a encender mientras que era presa de sus ojos.

La vista me daba vueltas y me sentía ligera y liviana.

–Nati... - susurro, haciendo chocar su aliento contra mis labios – hueles delicioso.

Sisee pegándome contra la pared y sintiendo como una panzada me recorría la parte baja del abdomen hasta el vientre, contrayéndome las paredes de la vagina.

Cerré los ojos con fuerza, disfrutando de la sensación de excitación entre mis piernas.

–¿De... de verdad? – pregunte – yo...

–No podrás caminar sola, niña bonita – interrumpió – estas ebria.

No note el momento en que mi espalda volvía a estar apoyada contra el muro y su cuerpo.

–¡No! – chillé indignada – ¡No estoy desvariando! – furiosa, desesperada y dispuesta a mostrarle mis sentimientos de una vez por todas, solté mis manos que no sabia se encontraban tocando sus brazos y los lleve hacia su cara atrayéndola hacia la mía y embriagándome con la cercanía de su aliento. Mis manos temblaban y contra toda lógica no podía escuchar mi corazón que antes le daba un concierto a la cuidad – ¡Yo te quiero! Siempre te he querido... y quiero tenerte.

En ese momento mis ojos estaban clavados en mis suyos y lo vi cerrarlos lentamente y negar.

–No puedes... no debes...

Sus ojos eran dos brazas al rojo vivo y ardientes. La expresión que adornaba su rostro era una mezcla de todas emociones que azotaban su cuerpo y la mía... vaya pues ni idea.

Matias coloco sus manos suavemente contra las mías, casi moviéndolas pero sin ejercer la fuerza necesario para lograrlo.

¿Como era posible que no se diera cuenta de la realidad y fiereza en mis sentimientos? ¿Acaso no sentía como mi piel ardía cuando tocaba la suya? Me acerque mas a su cuerpo – de ser posible – y junte mi frente con la suya.

–Te amo – susurre inspirando con fuerza su aroma y tragándome el orgullo en el camino – y no tiene nada que ver con que este borracha o no... aunque – ladee la cabeza juguetona – tal vez lo este un poco.

Aprendiendo a Seducir (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora