Cristian.

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Estaba sentada en una banca de madera, rectangular como de costumbre. Tiesa, incomoda y fría. Yo sonreía, sonreía a un chico que estaba al otro lado de la calle. Con unos pantalones gastados con un ligero roto en la rodilla y una camisa azul rey. Se abrió paso entre los automóviles que parecían haberse puesto de acuerdo para que fuera imposible nuestro encuentro, pero al final, lo logró.

––¿Otra vez tú? ––preguntó con una sonrisa de puros dientes blancos.

––Si. Otra vez yo. Al parecer estamos destinados a vernos hoy ––dije––. ¿Qué tal tu primer dia en la cuidad?

Pareció pensárselo, pero respondió rápidamente.

––Estuvo genial. Éste lugar me encanta. Excepto por … ––dudó por un segundo, y aunque era un extraño desconocido, pude ver en detalle el inicio de una sonisa maliciosa––, por la mujer que me dio una cachetada al estilo RockyBalboa.

Mis ojos se abrieron al máximo por la impresión. ¿Qué? ¿Cachetada?

––¿Qué? ¿En serio? ––pregunté––. ¿Quíen te ha golpeado?

Vi como una sonrisa inocente curvaba sus labios pero el brillo divertido que había iluminado sus ojos no me paso desapercibido. Un rayo de intuición me llego.

––¿Qué hiciste? ––le pregunté señalándolo con el dedo ––su falsa expresión de ofendido e indignación no hizo más que confimar mis sospechas. El tipo era un demonio vestido de oveja.

––¿Porque piensas eso de mí? ¿No ves qué soy un ángel?

Enarqué una ceja. Si, un demonio.

––Permíteme que lo dude ––dije––. Ahora confiesa, ¿qué hiciste para que te golpearan?

Abrió la boca de nuevo simulándose ofendido, tras mirarme un par de segundos, la cerro. Se encongió de hombros y sonrío con naturalidad.

––Nada. La verdad solo halague las curvas a una mujer ––sólo con eso ya me imaginaba el tipo de halago que había echo. Vaya baboso resultó ser.

––¿Qué clase de halago?

Los hombres por alguna razón que desconocía, tenían muy mal concepto de lo que era un halago para una mujer. Pues para la mayoría de las mujeres no es para nada halagador que le digan “Me gusta tu trasero” o “Las tienes grandes”. Lo cómico era que ellos no entendían el motivo de porque eso nos molestaban, lo veían como algo normal, cuando lo normal que seria decir algo tan simple como “lindos ojos” o “Eres muy linda” o otras cosas, para ellos eso era una idiotez.

––Solo le dije que tenia buena delantera ––confesó––. No veo que tiene de malo.

Me miro como buscando mi apoyo, buscando que le dijera “vaya tienes razón, ha sido una estupidez, solo ha sido un halago” Su rostro no mostraba señal alguna de pena o arrepentimiento. Lo mire por un segundo mas sintiendo como la sensación de decepción crecía en mi pecho, el chico era un idiota. Desde que lo habia visto en la mañana no habia podido dejar de pensar en el, se habia pegado a mis pensamientos como una garrapata y ahora que me lo encontraba de nuevo me daba cuenta que era un perfecto imbecil.

––¿Cómo no va a tener algo de malo? Ha tenido derecho en golpearte y mas si no era una jovencita sino una señora ––explique la obviedad de la reaccion de la responsable de la marca roja que tenia su mejilla–– ¿Qué pensabas? ¿Que iba a correr a tus brazos al decirle que tenía los senos grandes?

¿Era idiota?

No podia creerlo. Menuda idiotez. La cancion de Enter Sadman de Metalica me saco de mis cavilaciones cuando comenzó a sonar desde algún lugar de su cuerpo. Se removió rápido y saco un pequeño teléfono de sus pantalones. Mis ojos se clavaron en el pecho artefacto. Pff! Que putada, era justo el teléfono del que estaba profundamente enamorada. Como si necesitara otra cosa para recordar a este chico que solo había visto varios pares de horas antes por casualidad en el metro.

Aprendiendo a Seducir (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora