El sistema penitenciario no sirve. ¡Policias corruptos!

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––No, por favor, no más ––pedí con lágrimas en los ojos.

Sus manos volvieron a cerrarse inclementes y despiadadas, en el espacio disponible entre mis costillas y la cintura. Estaba aplastada con su enorme cuerpo, inutilizada. Atrapada.

––¡Basta! ––chillé nuevamente, retorciéndome. Agarrándome el estomago con una mano.

––No, no te salvaras de esto tan fácilmente.

––¡Por favor ––estaba agitada y no podía hablar bien–– déjame!

Las manos no me dieron tregua por mas que patalee y grite en aquella cama enorme. Pensé en pedir ayuda, pero esto era demasiado patético para hacerlo. No tenia ningún aliado cerca para ayudarme, ¿quien acudiría en mi rescate? ¿Las jarras, las vasijas y los tenedores?

––¡No! ¡Mas cosquillas no! Me hago pis ––confesé avergonzada, cerrando las piernas con fuerza.

Mauricio fue deteniendo la acción de sus manos, poco a poco. Torturándome hasta el final. Cuando recupere un poco el aliento, y mi pecho dejo de subir y bajar como impulsado por un resorte, me senté en la cama, pensando en volar al baño. Mi novio estaba frente a mi con una almohada en la mano, el ceño fruncido y un espejo pequeño en la otra.

––¡Esto no es justo! ¡Tienes que recibir un castigo! ––refunfuño, haciendo un ligero puchero.

––Voy a baño ––dije, saltando en dirección a la puerta que estaba a mi izquierda––. Además, no es para tanto…

Cerré la puerta tras de mi y me apresure a bajar mi ropa interior, ¡me orinaba! Apenas entre Mauricio continuo despotricando desde la cama.

––¿¡Qué no es para tanto!? ––chilló. Casi podía ver su vena del cuello roja y saltando––. ¿Qué no es para tanto? ¡Me pintaste la cara cuando estaba dormido, tomaste una foto y la subiste a Facebook! ¿Cómo que no es para tanto?

Sonreí, encogiéndome de hombros. Oh, eso había estado bueno, era mi venganza. Se las envié primero por Whatsapp a los del equipo de Fútbol, y después los etiquete en Facebook. Solo me falto Twitter.

––¡Si! No es para tanto… ––respondí––, lo que tu me hiciste es peor.

Aun lo recordaba, había sido horrible, asqueroso, vomitivo, repulsivo…

––¿Peor? ––bufó ––. ¡Solo fue una araña! Una pequeña arañita.

Abrí la puerta de un tirón. Mi mandíbula estaba desencajada y podía ver su mirada de burla.

––¿Arañita? ¡Era una tarántula! ––chillé––. ¡Y las odio a las muy putas!

Mauricio saltó de la cama con la agilidad de un felino. Camino hacia mí con aquella seguridad aplastante y seductora. Me mordí el labio mientras lo veía acercarse a mi solo en bóxer. Me sonroje violentamente luego de levantar la vista y ver la sonrisa de “te vi” en su cara. Coloco un dedo en mis labios, silenciandome.

––Cuidado con ese vocabulario señorita. Eres demasiado hermosa como para andar puteando a las pobres e inocentes arañas.

Sentí su dedo allí. Cosquelleandome los labios. Le clave en el mis ojos negros, abrí solo un poco los labios y lamí su dedo con lentitud, disfrutándolo, saboreándolo. Desde la base a la punta, encendiendo el fuego en su interior, ese que brillaba en su mirada calentando todo a su al rededor.

Su cuerpo, nuevamente presionó al mio contra la pared, haciéndome sentir toda su anatomía. Cada musculo se ajustaba perfectamente a mi piel, cada curva, cada extremidad.

Aprendiendo a Seducir (Editando)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora