Saludos desde Venezuela.
Muchisimas gracias por leerme.
Karma
karma
karma
¡Karma desgraciado y vengativo!
Debí suponer que luego de insultar mentalmente todo el día a aquella pechugona, y desearle que se cayera y diera de boca directo al piso––y así no se verían tan lindo aquellos labios––, no me dejaría salir ilesa. Pero no se calló, Dios no escuchó mis suplicas y aun así me pasaba factura. No se le escapaba nada.
Aquella chica era una perra con suerte.
Consideŕé por un momento dedicarme el resto de la madrugada a buscar a mi arácnica compañera de habitación, escanear las esquinas de mi techo para dar con su ubicación y tal vez así lanzarle una mirada lastimera a sus víctimas dentro de la muy bien elaborada tela de araña.
¡Si los pequeños que ven las peliculas de El Hombre Araña vieran el verdadero lugar donde salía la tela!
Luego de qué Matías invadiera mi casa y luego mi habitación para caer inconsciente en mi cama ––en un estado deplorable–– , intenté hacerme un espacio para dormir, pero era algo difícil cuando su cuerpo ocupaba espléndidamente cada del espacio libre del colchón. Debía tener una fantasía donde era algún bailarín exótico. Su cuerpo estaba tendido cuan largo era en toda la extensión de mi lecho. Ni siquiera se había quitado la ropa.
¡No se había quitado los zapatos! Estaba tirado en mi cama son sus zapatos mugrosos llenos de todo el barro ––y otro tipo de desechos que preferí no indagar sobre su procedencia––, que recogió en la travesía de llegar a mí casa.
¡Era un desconsiderado! ¿Acaso no tenía suficiente con torturarme el puñado de horas que compartíamos en las aulas de clases? ¿O tal vez quería agregar una muerte más al programa de televisión 1000 Maneras de Morir?
Bufé hastiada.
¡Era increíble! ¡A la mañana lo echaría como un perro! Le lanzaría un valde con agua helada y los trozos de hielo bailando y en la cubeta. Cuando por fin se despierte, lo sacaría a empujones de mi habitación. Allá el si desea dormir el resto del tiempo en el sofá.
Si. Eso haría... Lo echaría a patadas.
Me desinflé como un globo. ¿A Quién quería engañar? Era incapaz de tratarlo mal. Era un maldito manipulador con carita de ángel. Al final y luego de tratar de mover a aquel peso muerto, comenzó mi infierno personal. O mi condena perpétua mejor dicho.
¿En qué diablos estaba pensando? Era imposible dormir. No importaba cuanto tiempo mantuviera los ojos cerrados y la mente en blanco. Despues de acostarme en una esquina diminuta intenté conciliar el sueño. Y, cuando por fin logré dejar de babear sus labios rojos entre abiertos y verlo deslizarse suavemente hasta los brazos de Morfeo, sentí una mano afirmar mi cintura y todo se paralizó. El tiempo se congeló a mi al rededor y mi sangre se convirtió en lava espesa y caliente.
¡Me abrazó! ¡Me estaba abrazando!
¡ABRAZANDO!
¡JODER!
Matías quedó de lado y colocó una pierna sobre mi cuerpo, y una mano fría se aventuró sobre mi cintura.
¡Y yo que me contenía para no violarlo!
¡Menudo desgraciado!
Su aliento a Vodka era totalmente embriagador. Lo sentía una y otra vez chocando contra mi rostro, meciendo un poco unas hebras de cabello que, rebeldes, se escapaban del resto. Seguramente el causante de mi repentino mareo no era el fuerte olor a alcohol que emitía Matías, pero era mas fácil tapar mi debilidad y culparlo a él, que admitir que su cercanía era mortal para mí. El sudor frío que se deslizaba silencioso y casi desapercibido por mi espalda, comenzaba a causarme incomodidad y molestia. Además, el miedo a estar desarrollando una muy inoportuna taquicardia amenazaba mí tranquilidad. Había visto demasiadas veces esta escena en las peliculas, novelas, series, mangas y cualquier cosa que describa un momento de amor entre una pareja. Y con una brillante exactitud, sabía lo que pasaba, lo que ocurriría.
Un deseo desenfrenado, febril y potente de sentir la suavidad de esos labios me estaba carcomiendo. Lo setía nacer y abrirse paso por mi cuerpo, desde mis labios hasta cada una de mis extremidades. Lo necesitaba, lo quería, lo deseaba desde hace muchísimo tiempo.
La idea ya había florecido totalmente en mi ser. La semilla había estado allí, inerte, estática y presa del miedo y del pudor que ha regido todo mi relacion con el muchacho que dormía plácidamente a mi lado. Con su respiración caliente en mi nuca, me debatí si acercarme a él o no.
¡Cristo! ¡No podía creer lo que estaba haciendo! ¡Era una pervertida!
Un latido.
Dos, tres...
Siete latidos habían transcurrido y yo aun no me atrevía.
¿Qué voy a hacer? ¿Qué debo hacer? Una idea cruzó mi mente y me hizo sentir de verdad idiota. Primero tenia que asegurarme que estuviera profundamente dormido. No quería que cuando estuviera sobre sus labios abriera los ojos y yo fuera descubierta de forma tan patética. Lo moví un poco buscando algún indicio de conciencia o sobriedad de su parte. Lo intenté otro pare de veces mas y nada. Aun no volvía a la tierra, se encontraba divagando en el País de las Borracheras. Esa era su versión mágica de un País de las Maravillas.
De nuevo, con el corazón en la boca y la razón gritandome que me huya lo mas lejos que pueda, hice todo lo contrario. Con una determinacion que no poseía, me fui acercando poco a poco. Pasaron minutos, segundos, tal vez pudieron ser horas. Me acerqué en un movimiento exageradamente lento, estaba demasiado asustada como para lanzarme sedienta al dulce sabor de sus labios. Cada centímetro que ganaba su calor me abrazaba, su colonia Black de Antonio Banderas lo hacía irresistible, se me hacia sexy como un demonio ,y un olor dulzón se mezclaba con la colonia. Cuando me acerqué un poco mas reconocí la esencia. Perfume. Aquel perfume dulzón en extremo estaba profundamente impregnado en su ropa y piel.
Una punzada de dolor me llego al corazón y detuvo mi avance que a pesar que tal ves no habia sido mucho a ojos de un extraño, para mi era lo mas cerca que jamas estaria. Realmente estaba cerca, solo debia girar un poco el rostro y posar mis labios sobre los suyos. Decida y mas convencida que nunca que el jamas me pertenecia sino que seria un chico de todas, me acerque reduciendo el espacio que nos separaba. Y gire mi rostro un poco para amoldarme al suyo, relamí mis labios y los separe sintiendo ese ardor que quemaba por dentro y exigía el tacto con los labios de aquel chico.
––Te amo ––susurré en su boca, confesando un amor prohibído. El pecho me dolía y una presión me dificultaba la respiracion.
Quería besarlo...
Y así lo hice... consumida por un deseo devorador.
––Melissa...
Un susurro bajo se escapo de sus labios y yo, que me encontraba con mis labios rozando los suyos sin presionarlos realmente, pude entender perfectamente lo que dijo.
Me alejé como si su cuerpo quemara, me separé de el de mala gana y salí de la habitación. Era estúpida mi reacción, absolutamente irracional y absurda. Nosotros no eramos nada yo solo era su amiga y aún así me sentí traicionada. Sentía rabia, dolor, tristeza. Aquellas palabras le abrieron las puertas a una solitaria lágrima que recorrió mi mejilla mientras que con un parlante la vocecilla de mi conciencia gritaba con ánsias: “Friendzone”.
Melissa, la chica mas popular del insituto por la que Matias babeaba incontrolablemente... no debía sorprenderme que haya dicho algo como eso.
¿Por qué me dolía tanto? Yo ya sabía como era él y lo mucho que la deseaba a ella.
Lo que no sabía en ese moemento, era hasta que punto sufriría por culpa de Melissa, cosa que ella se encargaría de hacerme saber por las malas.
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Aprendiendo a Seducir (Editando)
Ficção AdolescenteHace dos años que lo conocí y caí inevitablemente en sus redes. Y, como es natural en estos casos, fui a dar a la Friend Zone. Si, amigos, Friendzone. Aquel lugar reservado para almas en pena y condenados a muerte lenta. Nunca pensé que descubrir e...