LOS SEÑORES DE LA MALDAD Y EL MUNDO DE LAS TINIEBLAS. CAPÍTULO II

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Todos en el cielo estaban muy alegres porque la navidad de nuevo había tocado las puertas. Pero también existe algo más del otro lado. "Es el infierno", que es un mundo siniestro rojo, ardiente y lleno de maldad entre seis cuevas de una profunda y eterna oscuridad, donde solo viven almas en pena que no pueden estar en paz, atrapadas entre espinas y más espinas, salen erupciones de magma por todos lados y el fuego perdura en los caminos y senderos. Entre todo el lugar, solo se escuchan llantos y llantos de auxilios por todos lados que topan en forma de ecos entre las cuevas que salen del magma. Esos llantos son de las almas que durante su vida en la tierra fueron malas, y ahora pagan las consecuencias al estar en el inframundo, atrapadas entre el ardiente fuego quemándolas eternamente. Un lugar donde solo el único que vive y se encuentra feliz, es el rey de la misma maldad, el egoísmo y el pecado; el malvado Satanás. Miraba al ángel Noel y los elfos con su pozo de agua mágica.

–Pobres perdedores si supieran que yo estaré presente en su gran ceremonia. –Dijo el padre y rey del pecado burlándose de maldad al que todo mundo conocemos como "Satanás".

Él era un demonio completamente feo horrible, su piel era solamente brazas de carbón, en la unión de estas solamente se podía ver fuego correr dentro de él, sus cuernos eran los que sólo era fuego tomando la forma de estos y unas enormes alas de murciélago, pero en sus ojos solo se podía observar un enorme resplandor rojo en cada uno, sin verse iris ni pupila. Sus dientes y lengua eran brazas que no paraban de arder entre su boca.

–Desde hace muchos años me he hecho el distraído para que no descubran mi plan lleno de maldad y por fin derrotaré al redentor de esos tontos humanos ¡Dios! ¡¿No te parece bien querido Lucifer?! –mencionaba gritando y alabándose con risa de maldad quien le había preguntado a Lucifer, un felino muy grande que tenía reposando en sus piernas. Era un felino enorme, de pelaje negro y caliente, ojos rojos, orejas. Su principal característica eran sus enormes garras que eran las más largas, grandes y afiladas de cualquier felino, colmillos puntiagudos que hasta se podían apreciar cuando este cerraba su boca pudiendo desgarrar cualquier cosa.

– ¡Miau... miau! –Este Lucifer solo respondió maullando con mirada de maldad.

–Así es mi querido Lucifer, primero iremos juntos tu y yo a la tierra, y poco a poco empezaremos a meternos en la mente de esos niños mocosos y esos tontos adultos para que comiencen a hacer los delitos y maldades que yo necesito para alimentarme sin que ellos se den cuenta y me hagan más fuerte, y así tendré las fuerzas necesarias para apoderarme del planeta de los humanos. –Dijo Satanás con una sonrisa de oreja a oreja. Su risa seguía apareciendo en todas sus conversaciones.

–Miau... miau.... –Respondía Lucifer.

–Después de hacer todo eso, iremos al cielo de los elfos donde acabaremos con ese mugroso angelillo y sus mascotas elfos, para así, ir más tarde al cielo de los ángeles. Ahí podremos derrotar a ¡Jesús! el salvador del planeta de los humanos. De esta manera, si logro destruir a Jesús, quiere decir que automáticamente derrotaré a Dios. –Gritaba el demonio en su maligno reino alzando sus manos con su característica riza malévola por todos lados.

–Miau... miau.... –Lucifer solo seguía maullando sin decir ni una sola palabra alabando aún más lo que su padre decía.

–No te preocupes por nada mi querido Lucifer, todo lo tengo bajo mis manos. –Dijo Satanás entre sus dientes mientras lo acariciaba tocándole su pelaje.

–Miau... miau... miau... miau. Y como todos los demás planes, saldrá como el perdedor al último momento. Como siempre. –Maulló Lucifer, pero ahora lo hizo hablándole a su amo sobre sus verdades, insinuando y tratando de burlarse de él.

– ¡Calla insolente! Maldito descarado, ni porque yo soy quien te cuida me tratas bien. –Hablo Satanás en los en los oídos de Lucifer.

–Miau... miau.... Por desgracia. –Se lo respondió Lucifer con una tristeza mentirosa.

– ¡¿Qué dijiste?! –Habló Satanás alzando su cara en una expresión enojada y alzando sus manos queriendo golpear a Lucifer pero este se detiene ya que Lucifer le dice una cosa más sobre él.

–Además... usted es el dios de la maldad, entonces no tengo porque tratarlo bien si usted solo es maldad pura. –Habló con una cara seria y expresión delicada.

Al terminar de decir eso el demonio solo se queda pensando con una mirada de idiota que él mismo se decía.

–Bueno si en eso tienes razón, –dijo Satanás convencido y enseguida pensó en su plan–, pero no te preocupes mí querido Lucifer, esta vez no fallaremos. –Respondió la bestia una vez más.

–Miau... miau... dirá... "no fallaré" porque yo solo hago lo que usted me dice. –Le dijo Lucifer mientras se paraba de las piernas de Satanás y se estiraba como lo hacen los gatos. Al terminar regresó a las piernas de su amo.

– ¡De acuerdo! Esta vez no fallaré porque tendremos mucho, mucho pero muchísimo apoyo. –Se dijo Satanás más que a Lucifer a él mismo con la sonrisa más marcada que no se le había notado pues en esta se miraban todos sus dientes puntiagudos.

En eso el demonio tomó a Lucifer con sus brazos y lo bajo de sus piernas limpiándoselas después.

–Miau. –Alegó Lucifer por que Satanás lo bajó  del lugar donde se sentía muy cómodo.

– ¡Cállate! –Le gritó Satanás cuando se seguía limpiando sus manos delicadas.

Después de unos momentos el Satán comenzó a caminar hacia la orilla de todas las piedras de su reino. Hasta cuando llegó a lo más lejos de las orillas.

–Ven hacia acá Lucifer algo te quiero enseñar y, o mostrar. –Le gritó Satanás desde las lejanías de las orillas de su reino.

–Miau.... Miau... de acuerdo amo, veremos que nuevas sorpresas os trae. Miau. –Mencionó Lucifer a sí mismo con una mirada de poca comprensión al demonio.

Al poco tiempo, Lucifer camina hacia donde está Satanás y mientras lo hace van saliendo varios géiseres lanzando fuego por todos lados. Después de muchos géiseres el felino llega al lado del Satán.

–Mira hacia abajo mi querido Lucifer. –Le menciona Satanás acariciándolo de su negra y peluda cabeza.

–Miau.... De acuerdo. –Respondió Lucifer.

Cuando Lucifer miró hacia abajo, observó el verdadero infierno. Era un gran abismo lo que había, donde solo se miraba oscuridad eterna y un profundo sin fin. Alrededor de ese abismo había siete calderos conectados hacia él con senderos hechos de espinas y rocas puntiagudas. Los calderos tal parecía tener un caldo primigenio de lava ardiente y corrosiva, y cada uno de ellos representaba un pecado capital.


EN BUSCA DE LA FEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora