LA MAGIA NEGRA EN EL MUNDO. CAPÍTULO XV.III

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Los niños mientras tanto, continuaron saboreándose unos con otros hasta que sintieron un sabor raro en sus lenguas.

–El helado sabe raro. –Mencionó un niño pelirrojo, haciendo un rostro de mal sabor con su boza.

–De repente comenzó a saber a lodo. –Dijo otro de los niños.

– ¡Algo tiene este halado! –argumentó uno de los niños de pelo negro, con un gran desagrado en sus papilas gustativas que hacia un humor de desagrado.

–Esto sabe a... –Se decía uno de los niños.

–Sabe a.... –Se mencionaba otro mientras sentía el sabor.

–Un sabor a.... –Uno más afirmó.

– ¡Sabe a popó! ¡Qué asco...! –dijeron todos los niños, y enseguida comenzaron a llorar tocando todos sus lenguas queriéndose quitar el sabor.

–Lo siento pequeñines, pensé que les agradaría el sabor nuevo que acabo de inventar; helado sabor popó. –Mencionó la sombra, riéndose en lo alto tratando de encontrar más diversión maligna y puso atención en el padre Sergio y la madre Lina.

–No mi amor, ahorita lo importante es que nuestra hija sea feliz en su cumpleaños. Déjame así, después iremos al hospital.

La sombra escuchó lo que le dijo el padre Sergio a su amada, y en eso, se le ocurre una malvada idea.

– ¡Oh! no te preocupes, yo me encargaré de que sea feliz. –Exclamó la sombra, mientras tomaba de nuevo su forma de infernal original.

La madre Lina trataba de cargar a Sergio para llevarlo, pero sus fuerzas no le eran suficientes para trasladarlo, así que pidió ayuda a algunos invitados que miraban con horror lo que pasaba en el humilde hogar.

– ¿Quién de los hombres presentes aquí le puede colgar la piñata a mi hija encima del techo para llevar a mi moribundo marido al hospital? – Mencionó la madre preguntando con voz alta para que la escucharan.

–Está bien, ya que su marido ya no puede, yo lo haré. –Respondió uno de los señores que estaba observando como los demás, el terrible y desconocido fenómeno que había sucedido. Era el vecino de la familia de la pequeña festejada.

–Muchas gracias Francisco, sabía que podía contar con un hombre en esta fiesta. –Dijo la madre Lina agradecida–. La piñata está en la cocina, pero las sogas cayeron hacia la orilla de la barda, no se incendiaron.

–No tiene que agradecer vecina, para eso somos los vecinos. –Mencionó, Francisco que después corrió a la cocina por la piñata.

En momento, las personas trataban de ayudar, buscando una manera de apagar el incendio de la barda. Unos le lanzaban tierra con lo que pudieran, algunos lo hacían con las manos, otros con sus cachuchas y sombreros que traían puestos.

– ¡Necesitamos más tierra hay que lanzar más tierra al fuego! –Mencionaba un señor que aventaba puños y puños de arena con toda su fuerza y rapidez.

– ¡Rápido que el fuego no apaga! –Argumentó una señora escandalosa que aventaba con su canasta de manzanas acarameladas que traía de la semana pasada.

Otros ayudaban, dando muchas cubetas con agua que agarraron de la misma casa para apagar el incendio, y también llenándolas con agua de las casas vecinas.

–Necesitamos más cubetas de agua. ¡Traigan más! –habló un señor que aventaba las tinas para apagar el incendio.

–Todas las cubetas que puedan muchachos. –Mencionó otro señor con una tina a cada mano.

EN BUSCA DE LA FEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora