Capítulo VIII

8.2K 779 67
                                    


Tragué saliva

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Tragué saliva.

Vlad jaló de mi brazo de forma seca, hasta que mi pecho chocó contra el suyo. Su otra mano rodeó mi cintura, afirmándome en el sitio y dejándome sin salida. Rodeada por sus fuertes brazos revestidos en tela beige.

Alcé mi cabeza para encararle y noté un pequeño brillo en sus ojos a través de la plateada máscara. ¿Qué rostro se escondería tras ella?

—¿No me dirás cómo te llamas? —susurró, y su perfecta voz grave acarició mis tímpanos.

Tenía miedo. Miedo de que, si le decía mi nombre, terminara buscándome y encontrándome. Y Dios sabía qué podría pasar. Por eso, era mejor prevenir y mantener la boca cerrada.

Sin embargo, mierda, mi boca nunca podía mantenerse de ese modo.

—Lo haré —respondí, y una sonrisa curvó sus labios—, pero a cambio de que me enseñes tu cara.

Y la sonrisa se desvaneció. La confusión brillaba en la mirada de Vlad, y por un segundo me sentí poderosa frente a él. Me quedé totalmente perpleja cuando, contra todo pronóstico, volvió a sonreír, pero esta vez dejando ver sus perlas blancas.

—Está bien, aunque si yo me quito mi máscara, tú también deberás hacerlo. ¿No te parece justo que yo también sepa cómo luces?

—Mostrarme su rostro es el precio por saber mi nombre, señor Drăculea —me burlé—. No intente añadir más mercancía al negocio.

Soltó una pequeña carcajada y se apartó un poco de mí. Sus grandes manos dejaron de tocarme para llevarlas hasta su rostro y sentí frío ahí donde antes me tocaba. Vlad sujetó su plateada máscara para retirarla lentamente hasta que ya no ocultaba su cara.

 Vlad sujetó su plateada máscara para retirarla lentamente hasta que ya no ocultaba su cara

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Y qué cara.

Parecía esculpida por los Dioses. El prototipo de Adonis perfecto. Daban incluso ganas de babear y a continuación pasar mi mano con admiración por su rostro como una cría a la que le regalan una nueva muñeca.

—¿Y bien?, es tu turno.

—Yo, eh... mi nombre es Lena.

—Lena —susurró, casi acariciando la palabra—. Bien, Lena —sujetó nuevamente mi brazo y me atrajo hasta él. Sentí un escalofrío de terror por mi cuerpo mientras mi mirada seguía perdida en su rostro; hechizada—, ¿qué hago ahora contigo?

Eternity ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora