Capítulo XXVI

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Casa Szilágyi, Rumanía, siglo XV

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Casa Szilágyi, Rumanía, siglo XV

—Dime que no es cierto, Ilona —murmuró con ira comprimida, y yo sentí un escalofrío—. Maldita sea, dime que no es verdad, ¿realmente te casarás con él?

Lucian, yo ya acepté el compromiso.

¡¿Y yo dónde quedo en todo esto?! ¿Así de simple te olvidas de mí? 

Agaché la mirada ante sus palabras mientras él se revolvía el pelo con exasperación. Estaba nervioso y caminaba de un lado a otro; decidiendo qué hacer para que desistiera de la idea del matrimonio y volara a sus brazos. Pero estaba muy equivocado si pensaba que lo haría.

Eres un hipócrita diciendo eso —escupí con indiferencia las palabras, y mi corazón desenfrenado latía con odio mientras encaraba por fin al que era mi mejor amigo—. Tú fuiste el único que destrozó mi corazón cuando lo tuviste entre tus manos; lo pisoteaste cuanto quisiste y te fue indiferente. Ahora está sanado, y voy a convertirme en la esposa de aquel que lo curó.

Sabes perfectamente lo que ocurrió, Ilona. Yo no sabía que tenías sentimientos por mí... si lo hubiese notado entonces yo no habría hecho lo qu-

Levanté mi mano abruptamente para que dejara de soltar excusas por su boca, y salí como alma que lleva el diablo de la habitación a la que nos retiramos para hablar después de ocho meses sin habernos vuelto a ver.

Hace casi dos años, cuando fui presentada en sociedad, Lucian comenzó a cortejarme. Sus intenciones estaban claras para todo el mundo, quería mi mano y estaba dispuesto a conseguirla. Me escribía cada día; me mandaba flores y paseábamos a caballo por los páramos del reino casi cada semana. Tras meses de esfuerzo, Lucian se ganó mi amor. Estaba totalmente prendida por él, por mi mejor amigo. Soñaba con su rostro; con su sonrisa. Y según mi madre, 《pertenecemos a aquellos que soñamos.》

Cuánta razón tenía.

Al poco tiempo era yo la que buscaba a Lucian, la que le mandaba cartas y profesaba mi amor. Hasta ese día, el día que finalmente terminé de caer en su red como un triste insecto. Le entregué lo más preciado para mí; para cualquier mujer. Durante ese acto, recuerdo repetirle sin cesar que lo amaba; que lo amaba más de lo que había amado a cualquier hombre.

Y él me respondió lo mismo.

Ilona, ¿por qué fuiste tan estúpida? Si hubiese sabido que aquellos serían sus últimos besos; sus últimas palabras... Entonces seguramente no hubiese estado allí. Lucian no volvió a hablarme, ni a escribirme, durante una semana. Y cuando por fin obtuve noticias suyas al octavo día, me presentó a su mujer. A la cuál había conocido de una semana exacta. A la cuál comenzó a cortejar después de llevarse mi virginidad; mi dignidad y mi corazón.

Rompí a llorar durante días cuando me llegó su última carta, explicándome en ella que era desconocedor de mis sentimientos por él; que creyó firmemente que no tenía intenciones de estar a su lado y que sólo era un juego para mí. Que mi falta de interés lo llevó a conocer a otra mujer. Me ahogué en la desesperación; en la ira. Mi estómago se cerró durante días y mi odio hizo que perdiera la voz de gritar. Lucian, ¿por qué debería ahora perdonarte? ¿Por qué debería volver corriendo a tus brazos ahora que vuelves a ser libre?

Eternity ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora