Capítulo XXII

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Gritos de desesperación, disparos, golpes, fluidos caer al suelo

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Gritos de desesperación, disparos, golpes, fluidos caer al suelo. Había una auténtica guerra a unos escasos metros de mí, y sólo me separaba de la masacre una simple puerta y el agarre de Ravi con la soga en mis manos. 

Todo esto era mi culpa. Si no fuera por mi; por mi regreso, Vlad no estaría aquí, al igual que todos los demás vampiros que lo seguían fielmente. Ningún vânător  tendría que perder la vida.

—Ravi, te lo suplico, déjame ir —las lágrimas bajaban vertiginosamente por mis mejillas, llegando hasta mis labios. Toda la impotencia que sentía tenía que expulsarla por algún lado, y eso era en forma de llanto incontrolable—. Tus compañeros también están muriendo ahí afuera.

La que hasta hacía unas horas consideraba mi amiga de infancia rápidamente sujetó mi melena con fuerza y me zarandeó. Rechiné mis dientes en respuesta, ya que al tener amarradas mis manos, no podía llevarlas hasta mi cuero cabelludo para disminuir mi dolor.

—¡Ellos sabían cuál era el destino que les esperaba al entrar en ésta, nuestra sagrada orden! Dan su vida para erradicar el mal que azota nuestro mundo —de un jalón me hizo caminar marcha atrás, alejándome más del portón, hasta que ambas chocamos con el grueso muro de piedra a nuestras espaldas—. Y tú no vas a escapar ahora que por fin tenemos aquí a su rey. El que resultaras ser una zorrita me ha servido de mucho, Lena. Gracias por abrirte de piernas a ese demonio.

Sus palabras fueron como latigazos en mi rostro. Y, como un torrente aún más veloz que mis lágrimas, la rabia comenzó a viajar por mis venas.

—Te consideraba como mi hermana, Ravi. Todo este tiempo, ¿fue una mentira? Lo tenías todo planeado desde el principio, ¿verdad?

Más disparos retumbaron en las paredes mientras ella, una líder de los vânători, suspiraba a mi lado.

—Por supuesto que sí. He sido entrenada para esto, para darle caza a él —su mano izquierda viajó desde la soga en mis manos hasta su cinturón de cuero, del cuál sacó una gran pistola—. Sabía que tú, la reencarnación de Ilona Szilágyi lo atraería como una simple polilla a la luz —bufó—. Lo que no me esperaba es que tú lo aceptaras con tanto entusiasmo y rapidez. Me has decepcionado, Lena.

Mi respiración se agitó en sobremanera. ¿Todos estos años habían sido una mentira? Todas las risas, las lágrimas, los abrazos...

—Te tenía aprecio, si te soy sincera, pero al ver que sólo eres una perra que besa el suelo por donde pisan los vampiros, ese afecto se esfumó —rió sin gracia—. Debí darme cuenta que, al fin y al cabo, si en una vida eres estúpida, en la siguiente lo volverás a ser.

—¡Basta! —chillé con impotencia, mientras las dagas que había lanzado se clavaban cada vez más hondo en mí.

Forcejeé y pataleé de nuevo para intentar soltarme, y el agarre de su puño en mi cabello ardió más de la cuenta. Era consciente de que cada vez había más ajetreo en el exterior; cada vez se intensificaba más la lucha.

Eternity ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora