Eran muchísimos; vestidos con trajes de cuero negro y pesadas piezas de armaduras plateadas, como sus botas, que hacían ruidos atronadores al pisar.
Hombres y mujeres riéndose sin cesar mientras irrumpían por el agujero abierto en la puerta, invadiendo la guarida de los vampiros, que ahora perecían en el suelo del gran salón.
—¡Toc toc! —gritó uno de los hombres, el que iba dirigiendo al resto del grupo, haciendose notar entre las carcajadas de sus compañeros—. ¿Se puede? ¡Vinimos a hacer una visita!
Vi con el rabillo del ojo cómo Raine arrastraba a los heridos lejos de vânătorii, como ella los había llamado, y los dejaba junto al resto de los criados, que se ocultaban en la oscuridad de habitaciones y pasillos.
Corrí a socorrer al resto de heridos para llevarlos a sitios oscuros antes de que ellos terminaran de bajar los escalones centrales. Se aferraban a mí mientras gemían de dolor con su dentadura extendida.
—¡No os escondáis! ¡Salid y traed a vuestro patético rey! —carcajearon—. Venimos a por él.
Escuchaba los sollozos de los vampiros que me rodeaban en la oscuridad, totalmente aterrados y vulnerables. La mayoría eran mujeres de la servidumbre, y las lágrimas de sangre recorrían sus mejillas con pesar. Sabía que ellos no podrían salir ahí afuera, hasta la sala, ya que la luz les haría demasiado daño.
Entonces, ¿qué les quedaba? ¿Esperar a que los encontraran y los mataran? Esos hombres que interrumpieron en el castillo, formando un auténtico caos en unos segundos, no tenían derecho de hacerlo.
Por eso, me levanté del escondite y caminé hasta ellos, donde nos envolvía la luz del sol. Las manos de las vampiresas intentaron sujetarme para que no fuera, pero me liberé rápidamente.
Todos los ojos se posaron sobre mí, que ahora los encaraba con los puños apretados a cada costado de mi cuerpo. Realmente no sabía con exactitud lo que estaba haciendo, pero verlos sufrir a todos de esa forma; ver cómo está gente interrumpía aquí, matando sin piedad y destruyendo la armonía...
No podía soportarlo.
—¿Oh? ¿Una humana? —silbó con picaresca.
—Es ella —murmuró otro detrás de él—. Ella es la que busca la jefa, la única esclava humana en el castillo.
—Pues la jefa tiene buen gusto, ¡si señor! —el hombre, al que no veía el rostro al llevarlo oculto tras un casco de acero, se acercó más a mí, y sentí mi cuerpo temblar—. Oye, hermosa, ven aquí.
—¡Edgar, la vas a asustar! —la única mujer del grupo se adelantó hasta pararse al lado del hombre que lideraba, y éste último soltó un gruñido. ¿Por qué me trataban como un animal perdido?—. Lena, venimos a rescatarte. Sabemos que te secuestraron estos monstruos —miró a su alrededor con asco, como descubriendo a los vampiros que nos observaban en la oscuridad—. No tengas miedo, ¿si? Te llevaremos a casa.
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Eternity ©
Vampir❝Quédate conmigo, Lena. Quédate... para toda la eternidad.❞ Lena Balan no sabía qué era lo que le esperaba al colarse en ese lujoso baile de máscaras; pero una cosa estaba clara, los allí presentes no eran para nada gente normal. Los allí presentes...