El fuego corría por mis venas, extendiéndose sin control hasta alcanzar cada minúscula parte de mi ser. Sentía cómo me quemaba; como aunque aruñara mi piel con mis uñas ese ardor no se quitaba. Cerraba mis ojos con fuerza, pues parecía que mis ojos saldrían de sus órbitas si mis párpados no se lo impedían, y aunque trataba de mantener mi boca cerrada, mis gritos comenzaron a salir sin control.
Mis piernas me fallaron, haciendo que cayera como un peso muerto al suelo mientras me retorcía. Sentí alguien llamándome, tal vez Raine, no lo sabía con certeza. Su voz sonaba tan lejana opacada por mis gritos. Mi visión comenzó a ser invadida por pequeños puntos negros, que cada vez iban creciendo de tamaño hasta finalmente dejarme ciega.
Aún era consciente de mi alrededor, pero ya no tenía poder sobre mi cuerpo; sentí como si sólo mi cerebro siguiera con vida, incapaz de emitir algún sonido o de mover un músculo; solo sintiendo. Y sentía claramente algo parecido a aceite hirviendo correr por mis venas, intoxicándome. Ardía; todo dentro de mí ardía y picaba, pero a la vez dejaba un rastro de alivio a su paso, casi como el alcohol desinfectando las heridas abiertas.
Puede que pasaran minutos u horas, pero cuando el dolor cesó y todo quedó sumido en el más profundo silencio abrí los ojos.
Al inicio la visión era totalmente borrosa y oscura, pero a los pocos segundos pude ver el mundo de una forma totalmente diferente: más clara, impactante y abrumadora. Podía ver absolutamente todo; cada pequeña partícula de polvo que corría con pesadez por el aire, las texturas de las telas que se extendían bajo mis manos y las finas hebras de mi cabello sobre mi tórax. Mis ojos se movían con rapidez escaneando todo mi entorno y analizando cada pequeño sector.
Después de la visión, mis oídos fueron los segundos en comenzar a cobrar vida, pues empezaron a entrar sonidos de toda clase y tono. Esuchaba el viento fuera de la habitación; los grillos que emitían su canto en el césped del jardín e incluso las conversaciones entre gente que estaba en la entrada del castillo. También escuché los pasos apresurados de alguien acercarse hasta mi posición, y por ello me puse en alerta.
Mi cuerpo reaccionó a la tensión que había adquirido por escuchar los pasos, por lo que conseguí despertar mi tercer sentido y el cuarto: el tacto y el olfato. Conseguí oler, con una simple aspiración, la fragancia de esa persona que se acercaba a mi a través del pasillo, y el familiar olor a lavanda de Raine se introdujo por mis fosas nasales. Olí mi propio aroma, y luego capté el aroma de Vlad en la lejanía, mezclado con su sudor de humano, al igual que el de la sangre seca de su herida.
La sangre activó el último sentido que faltaba, y mi garganta comenzó a escocer como si estuviera en llamas.
Raine entró por la puerta justo al momento en que llevé con desesperación mis manos a mi garganta, apretándola para intentar aliviar el ardor; jadeé en busca de más aire, pero eso sólo hacía que se secara más de la cuenta, por lo que me levanté de un salto y fui hasta la vampiresa.
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Eternity ©
Ma cà rồng❝Quédate conmigo, Lena. Quédate... para toda la eternidad.❞ Lena Balan no sabía qué era lo que le esperaba al colarse en ese lujoso baile de máscaras; pero una cosa estaba clara, los allí presentes no eran para nada gente normal. Los allí presentes...